Día de Oración y Ayuno Vicentino: martes 3 de mayo de 2016

por | May 3, 2016 | Reflexiones | 0 comentarios

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Día Vicentino de ayuno y oración
Martes 3 de mayo de 2016

Déjelo ir — Jornada del amor — Cristo nos invita a servir — El regalo de Dios para nosotros

Déjelo ir — Solemos estresar nuestras relaciones interpersonales durante la adolescencia. Tendemos a recordar las cosas malas y las heridas más que el amor. Recordamos esos momentos de ira, de dolor de nuestros padres, hermanos y amigos. Pensamos que nuestros padres son malos porque nos imponen reglas. A veces ocultamos el amor que compartimos con la familia cuando éramos niños. Es importante volver al amor de la familia. Leyendo a Sirac, el sabio maestro que imparte 200 años antes de Cristo; imparte la sabiduría de cómo tratar a nuestros mayores, especialmente a nuestros padres. Nuestro diálogo y interacción con la Iglesia esta disecada para ayudarnos a oír la voz de Dios en nuestras vidas, vivir la vida que Dios nos invita a vivir, y volvernos la mejor versión de nosotros mismos. Nunca olvidemos que la gente no existe para la Iglesia — la Iglesia existe para la gente. Como Vicentinos, para visitar y atender las ovejas en el nombre de Jesús, debemos limpiar nuestros corazones, para poder llevar amor apuro a los más necesitados. Debemos recordar nuestras heridas, solo si nos ayudan a curar las suyas. Debemos dejarlas ir y estar presentes para escuchar a los más necesitados, de modo que a ellos también les llegue el tiempo de dejar ir. Recuerde, la mayoría de las veces, sus heridas son más grandes que las nuestras. Deje ir las cosas que lo hierren para que tenga la voluntad y el poder de darles a los demás el amor y la compresión que ellos necesitan para también dejar ir. No estamos solos, tenemos a Dios en las 3 personas con nosotros: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Siga adelante sirviendo con amor, esperanza y alegría.

Jornada del amor — Es gracias a esta jornada de auto reconocimiento de Dios en nosotros mismo y en los demás que podemos servir mejor con amor, ser amados y alcanzar nuestro deseo de estar con Dios a donde el nos lleve y en cualquier situación. Sabemos que nos llama  y este llamado es importante en nuestras vidas. ¡Estamos llamados a seguir a Jesús! Él dice “Ven” y nosotros decimos “Yo te seguiré”. Cuando yo digo “Soy cristiano”, no lo digo por orgullo. Confieso que tropiezo y que necesito que Cristo sea mi guía. Cuando digo “Soy cristiano”, no estoy presumiendo de mi éxito. Estoy admitiendo que he fallado y necesito que Dios limpie mi desastre.  Cuando yo digo “Soy cristiano”, no estoy diciendo que soy perfecto. Mis defectos son muy evidentes, pero Dios sabe que yo vago la pena. Cuando yo digo “Soy cristiano”, siento dolor. Comparto mi dolor del corazón y llamo Su nombre. Cuando yo digo “Soy cristiano”, no soy más santo que usted, soy un simple pecador que recibió la gracia de Dios y El me llamo a seguirlo porque yo también estoy llamado a ser santo a pesar de ser un pecador. Como Vicentinos, estamos llamados a ser santos sirviendo a Cristo en los pobres. Sabemos que somos pecadores y por lo tanto Lo necesitamos siempre. Servimos y continuamos nuestra jornada cristiana por Su gracia y de verdad es una jornada de amor.

Cristo nos invita a servir — Nuestro llamado a seguir a Cristo entre los pobres significa que somos misioneros. Muchos de nosotros no vamos a lugares lejanos pero tenemos una misión de servir a los pobres. En este caso, ser un misionero significa dejar nuestra zona de confort a ayudar a los pobres de nuestro vecindario. Es dar esperanza, visitar los presos y las familias. Tratamos de cambiar el mundo queriendo hacerlo perfecto, en paz y amor. Estamos presentes en las familias pobres y tratamos de marcar la diferencia. Un peligro en esta misión es imponer nuestra vida a los demás, diciendo “Mi forma es la única forma, mi expresión religiosa es la única válida” Esto no es lo que Cristo nos invita a hacer. Cuando nos acercamos a ellos, Dios está con nosotros y Lo escuchamos. Creemos que sabemos lo que necesitan los pobres y hacemos lo que creemos. Como Vicentinos estamos llamados a llevar las virtudes Vicentinas de amor y servicio. La primera de la lista es la humildad. Humildad para escuchar  y acompañar a los pobres sin ordenarles nasa; la simplicidad para entender nuestras verdaderas responsabilidades en esta misión; la mortificación de sacrificar algo mío para el bien de los pobres; la gentileza de resolver los enfrentamientos culturales; claridad y entusiasmo evangélico expresado en el deseo de sacarlos de la pobreza, la enfermedad y el estrés. Necesitamos el corazón de la caridad y el entusiasmo evangélico en el deseo de entrar a este mundo conociendo y viviendo el Evangelio y usando lo para servir a los pobres. Él nos llama, nosotros respondemos. Oramos siempre y sabemos que no oramos por Dios. Es algo que Dios hace por nosotros y por os que servimos. Responda la llamada a servir de Cristo, Él estará siempre con nosotros.

El regalos de Dios para nosotros — “Déjame buscarte en mi deseo; déjame desearte en mi búsqueda. Déjame encontrarte por amarte; déjame amarte cuando te encuentre”. — Anselmo de Canterbury. Solo Dios sabe como nuestras acciones afectaran nuestro futuro, así que es inútil preocuparse. Muchos de nosotros no nos damos cuenta de que podemos intimar con Dios, o de que somos suficientemente buenos o suficientemente santos para que Dios nos ame a su manera. Las Escrituras nos recuerdan que el amor de Dios no se gana: es un regalo. Dios está siempre con nosotros y nos baña en regalos. Todos son gratis. Dios está con nosotros en todas nuestras luchas y dificultades para ayudarnos a elegir vida, a escoger a Dios, aún cuando no Lo sentimos a nuestro lado. Por tradición, recordando los antiguos días cristianos, la oración de La Oficina Divina se divisa como que todo el curso del día y la noche está hecho santo por las alabanzas de Dios. —De la Constitución de la Liturgia Sagrada, párrafo 84—. Nosotros le pagamos a Dios respondiendo a Su llamado a servir. Él siempre estará por nosotros, otro regalo. Ayer celebramos el funeral de nuestro querido cuñado. Lo extrañaremos pero él nos mirará desde el cielo, libre de dolor en los brazos de nuestros Señor. Éste es otro gran regalo de Dios. Él ha preparado un lugar para nosotros y nos recibe en casa para la vida eterna. Adiós buen sirviente. Te extrañamos. La muerte también es un regalo. Cristo murió en la cruz por nosotros, el cual fue el mayo r regalo de todos. Viva su vida y acepte todos los regalos y asegúrese de vivir y servir de forma que le agradezca a Dios por Sus regalos. Usted, como Vicentino, ha compartido muchos de esos regalos con los pobres. Él siempre lo ama y esta con usted. Celebre los regalos de Dios.

Bendiciones,

Lynn

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