El perdón de los tontos: una meditación (segunda parte)

por | Mar 27, 2016 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

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El perdón de los tontos:
Una meditación en dos partes sobre la Misericordia como regalo puro al aceptar y ofrecer el perdón (inter)personal

II

En la meditación anterior (primera parte) exploramos algunas teorías sobre la naturaleza y características de perdón. Antes de seguir adelante es necesario recordar tres sencillos puntos: 1. No estamos abordando aquí el perdón «político» o «económico» (aunque estos admiten características y dinámicas análogas al perdón interpersonal; ellos constituyen el tema de una meditación posterior); 2. No estamos tratando de resolver la delicada cuestión de la relación entre el perdón (como un aspecto de la misericordia) y la justicia (de nuevo un tema para una meditación posterior); 3. Por último, ESTAMOS abordando el perdón interpersonal entre amigos (y enemigos), dentro de las familias, las comunidades de cualquier forma y tamaño. En la meditación anterior exploramos también, aunque superficialmente, tanto una vía negativa (lo no parece ser el perdón) y una vía positiva (lo que sí pàrece ser el perdón). Dadas las ambigüedades que rodean al perdón, las descripciones son, tal vez, más útiles aquí que las definiciones.

En la presente meditación nos limitaremos a examinar algunas estrategias que ejercen presión sobre nuestros débiles intentos de acercar a nosotros y nuestro alrederdor el umbral del perdón interpersonal. Dos advertencias surgen inmediatamente. En primer lugar, el autor de este artículo no es, por su formación, ni psicoterapeuta ni consejero de salud mental; más bien, es simplemente un ser humano que, usando una frase de la señora Doubtfire en la película homónima, simplemente «ve lo que ve» (es decir, que ha tenido que lidiar con el perdón en su propia vida, así como caminar al lado de otros en su viaje hacia el perdón). Esto significa que el autor ha tenido que lidiar con la búsqueda en el ofrecer y recibir el perdón, en algunos asuntos bastante superficiales y tontas, y en ocasiones en asuntos muy serios y profundos. (El autor actual, sin embargo, es alguien capacitado en lo que podría llamarse la teología profesional o académica;. Y por lo tanto, la siguiente precaución)

Esta segunda advertencia, de naturaleza más teológica, surge como resultado de la «antropología teológica»: al sugerir «técnicas» y «estrategias» para facilitar el perdón interpersonal, siempre y en todo lugar hay que reconocer que el perdón pertenece a orden del regalo/gracia. Uno se encomienda a sí mismo, en primer lugar, a la gracia de Dios y permite que haga su trabajo, por así decirlo. Cualquier otra cosa sonaría a la clase más cursi del pelagianismo (la idea de que esto lo podemos hacer esto por nuestras propias fuerzas). En la teología católica tradicional se expresa esto a veces como «cooperar con la gracia» (aunque incluso esta imagen está llena de peligros).

Sin embargo, aunque expresemos esto de forma descuidada, no podemos permitir que las sutilezas teológicas nos detengan aquí demasiado tiempo. Paradfraseando una imagen de la escritora secular Cheryl Strayed (no es su nombre real, sino un pseudónimo), el perdón no es una hermosa persona sentada en el bar, sino una anciana rechoncha tienes que transportar hasta una colina.

Una vez observado esto, el camino hacia el perdón a menudo implica una especie de viaje. La imagen de «etapas» podría ser útil en este caso; este viaje, a veces aunque no siempre (o al menos a menudo), se acompaña de varios pasos que llevan tiempo y no siempre admiten una secuencia ordenada.

Estrictamente hablando, no podrás ni poner horario, ni ordenarlo, ni siquiera, en este caso, manipularlo o «crear estrategias» de perdón. Cuando llega, si es que llega, lo hace a menudo como pura gracia/regalo y sorpresa. (Para aquellos con una inclinación literaria es posible que deseen buscar en Internet  el poema de Mary Oliver «El Visitante», para capturar la dinámica involucrada aquí.) Esto no quiere decir que no se pueda preparar el camino (bajo la gracia, por supuesto). Podemos hacer cosas que faciliten la llegada del regalo/gracia del perdón. Aquí nos limitaremos a enumerar varios.

  1. El viaje hacia el perdón requiere paciencia y esperanza. Diversos ofensas toman varias espacios de tiempo y por lo general se requiere crecimiento y maduración. Recuerda que para sofocar algunos fuegos, se requiere más esfuerzo, largos periodos de tiempo, y algo de agua. En este proceso no somos necesariamente culpables de reacciones emocionales; somos culpables, sin embargo, de ciertos tipos de reacciones conductuales manifiestas (salvo impedimentos psicológicos). El perdón es un viaje, un proceso, y nos encontramos en diferentes lugares del viaje en diferentes momentos de nuestra vida y en diferentes dimensiones de nuestra humanidad. Involucra el intelecto, la voluntad, la acción y el afecto, por nombrar algunos, y algunas veces estos no están siempre en el mismo lugar, al mismo tiempo y en el mismo grado. Por ejemplo, uno puede actuar de una manera indulgente sin sentir necesariamente a si mismo como indulgente. Se podría decir que el proceso es un conjunto de pasos en que, a veces, algunas de las piezas están fuera de orden, o no sincronizadas.
  2. Ora por el don del perdón. Esta oración suele ser necesario que tenga lugar durante un (muy) largo período de tiempo y puede muy bien ser ardua, dependiendo de la herida. Esto, al parecer, es muy importante en el camino hacia el perdón y es un paso que, a menudo, se olvida (especialmente en ciertas culturas en las que predomina el laicismo).
  3. Recuerda que, a veces, las personas no saben lo que están haciendo (y, aun así, lo hacen). A veces parecemos vislumbrar motivaciones en las acciones que, en realidad, no existen.
  4. Mírate a ti mismo tal y como eres, o como Dios te ve: en primer lugar, como un ser querido, mas, en segundo lugar, como un ser roto, frágil, herido, y, sí, pecador. Uno de los aspectos más bellos del símbolo doctrinal y teológico del pecado original es este reconocimiento de que todos nacemos en el mundo en pecado, en esclavitud, en quebrantamiento, en fragilidad.
  5. Verse a sí mismo como Dios te ve y como eres, y tratar entonces de ver a los demás como Dios los ve. Esto no quiere decir que uno pueda jugar a ser Dios. Aún más, hay lugares secretos entre Dios y el individuo, desconocidos para los demás. Nunca hemos de pretender saber lo que pasa en ese lugar secreto.
  6. Visualización: Trate de ver al otro como si fuese Cristo. Es esta una idea bastante tradicional. Parece que hemos perdido el sentido de esto. En su Regla, San Benito dice que el extranjero debe ser bienvenido como si uno fuese a acoger a Cristo.
  7. ACTÚA de forma misericordiosa.

Recuerda el viejo dicho: amar al pecador y odiar el pecado. Tal vez podríamos hablar de alguna manera de perdonar al pecador pero no al pecado. El pecado es lo que es. El pecador, sin embargo, no está constituido solamente por su/sus pecados.

El perdón no es una gracia «solitaria». Involucra a otras personas en el proceso. No se puede ir por libre. A menudo se necesita la ayuda de otros en el viaje hacia el perdón, así como en el camino hacia la recepción del perdón. De nuevo, esto parece ser uno de los aspectos más bellos del sacramento de la penitencia.

También necesitamos otras virtudes, pero no de una manera autosuficiente. Un ejemplo simple es que el perdón necesita también de una buena dosis de fe y esperanza. Recuerda que el perdón no se encuentra solo nunca. (Una vez más, recuerda la idea de Santo Tomás sobre la misericordia y la justicia. El perdón no es ni debilidad ni una forma de evitar las demandas de la justicia en este mundo y en nuestra iglesia.) Una y otra vez recuerde a Tomás de Aquino (no me cansaré nunca de hacer notar esto): la justicia sin compasión/piedad se convierte en la venganza, y la compasión/misericordia sin justicia corre el riesgo de convertirse en la madre de todas las debilidades.

Al final, el perdón (y su rechazo) por lo general funciona como un boomerang, nos guste o no. Al negarse a perdonar a otro a menudo nos negamos a perdonarnos a nosotros mismos (irónicamente porque nos negamos a perdonar a otro). Otra forma de expresar esto es: el perdón nos lleva a una buena salud mental/psicológica. Negarse el perdón (su ofrecimiento o su aceptación, ambas dinámicas sorprendentes por ser ejercicios en la intermediación del poder) es como si quemáramos nuestra casa para deshacernos de unas cuantas cucarachas; y se dice que las cucarachas pueden sobrevivir a una explosión atómica. Eso da bastante miedo.

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