Hch 10, 34a. 37-43 | Sal 117 | Col 3, 1-4 | Jn 20, 1-9.
¡Ahora vas a ganar!
Hace algunos años, en las olimpiadas para personas con capacidades especiales de Seattle, nueve participantes se alinearon para la salida de la carrera de los cien metros lisos. A la señal, todos partieron, no exactamente disparados, pero con deseos de dar lo mejor de sí, terminar la carrera y ganar el premio. Todos, excepto un muchacho, que tropezó, cayó al suelo y comenzó a llorar fuertemente.
Los otros ocho escucharon el llanto, disminuyeron el paso y miraron hacia atrás. Vieron al muchacho en el suelo, se detuvieron y regresaron… ¡Todos!
Una de las muchachas, con síndrome de Down, se arrodilló a su lado, le dio un beso y le dijo: –Listo, ahora vas a ganar.
Lo levantaron y todos, los nueve competidores entrelazaron los brazos y caminaron juntos hasta la línea de llegada.
El estadio entero se puso de pie y no había un sólo par de ojos secos. Los aplausos duraron largos minutos y las personas que estaban allí aquél día, repiten esa historia hasta el día de hoy.
Al morir Jesús, parecía que había fracasado, y habían ganado los sumos sacerdotes que lo mataron… pero no, Jesús ganó, y la Pascua es la señal. Cuando María Magdalena les avisó a Pedro y al discípulo amado, que no estaba el cuerpo de Jesús, los dos corrieron al sepulcro. El discípulo amado corría más rápido y llegó antes, pero luego, espero a Pedro para entrar.
¿Estás convencido de que el verdadero sentido de la vida es que todos ganemos juntos y no cada uno de manera individual?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick F. Martínez Benavides, C.M.
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