Fe obrando por el amor

por | Mar 22, 2016 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

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Jesús nos quiere con fe firme como la roca e inmensa como el mar.

Esta fe, activa por el amor, impulsa a María Magdalena a ir al sepulcro de Jesús a la primera oportunidad.  Debido a la misma fe, la discípula se queda llorando frente al sepulcro, luego de volverse a casa Pedro y el otro discípulo.

Obviamente, tal fe no es fe en el dogma de la resurrección.  No es fe doctrinal, sino fe personal en Jesús, vivo o muerto.   Es fidelidad al que dio su vida por sus amigos y cuyo «amor saca amor».

No menos fiel es Pedro.  Tenido como el primero entre los discípulos, sirve como el menor.  A diferencia de líderes mundanos que mandarían un subordinado para averiguar algo, él no manda al discípulo amado ni a ningún «recadero».  Él mismo corriendo va al sepulcro con el discípulo amado.

El otro corre más que Pedro y llega primero.  ¿Acaso no da a entender esto  que el discípulo amado lo hace por amor, mientras lo hace Pedro mayormente por un gran sentido del deber?

Tener un gran sentido del deber es, sin duda, algo admirable.  Pero sin el amor, ningún sentido del deber llega a su plenitud, lo que no quiere decir, sin embargo, que podemos descartar a los con sentido del deber solamente.

De verdad, hay que deferir a los asentados en la cátedra magisterial, especialmente si son gobernantes sirvientes.  Hay que incluso cumplir lo que nos digan los líderes poseídos por la ley, pero no por el amor, pero sin imitar su hipocresía.  Tenemos que ir, sin embargo, más allá de la observancia tradicional y empezar a amar, para dar radicalidad y plenitud a la ley y los profetas:

Estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas.

Toda la ley se concentra en esta frase:  «Amarás al prójimo como a ti mismo».

Amar es cumplir la ley entera.

Al entrar, ven los apremiados por el amor y creen.  Ven las evidencias, pero solo con las luces de la fe que logran entender que Jesús ha de resucitar de entre los muertos.  Ven más allá de los bienes de la tierra; por lo tanto, se hacen capaces de aspirar a los bienes allá arriba, «donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios».

Dan testimonio creíble de la resurrección del que pasó haciendo el bien quienes tienen realmente la fe que obra por el amor.  Resulta igualmente creíble su proclamacion, en la Eucaristía, del Misterio de fe.

Haz, Padre, que nos entreguemos totalmente a tu Hijo, acordándonos siempre, por tu Espíritu, de que vivimos en Jesucristo por la muerte de Jesucristo, y que nuestra vida tiene que estar oculta en Jesucristo y llena de Jesucristo (SV.ES I:320).

27 de marzo de 2016
Domingo de Pascua de Resurreción
Hech 10, 34a. 37-43; Col 3, 1-4; Jn 20, 1-9

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