Profeta también significa rechazado

por | Ene 27, 2016 | Reflexiones | 0 comentarios

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Jesús se declara profeta con el mismo destino que los demás profetas rechazados por su propia gente.

Expone que él es la buena y maravillosa Palabra de Dios para los pobres. Y enseguida queda revelado también como profeta.

Es que, no obstante su expresión inicial de aprobación y admiración, los conciudadanos de Jesús terminan corriéndolo del pueblo. No lo pueden soportar porque él da testimonio de la verdad.

Rechazan a Jesús los que no pueden aceptar la realidad de que Dios ha suscitado de entre ellos mismos un profeta. Se resisten a él los que, esperando poco de sí mismos, consideran imposible que uno de ellos tenga la vocación profética.

Persiguen a Jesús los que no quieren afrontar la verdad dolorosa que él les echa en cara, citándoles el refrán: «Médico, cúrate a ti mismo», y advirtiéndoles: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra». Así narra, pues, el evangelista Lucas:

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte …, con intención de despeñarlo.

Sí, el profeta que no se vende, que es fiel a la verdad, «es un delincuente donde impera la mentira». Los hijos de la mentira ponen precio a su cabeza. ¿No nos contamos nosotros entre ellos?

¿Acaso no queda sin traducirse en el discipulado la admiración que le tenemos a Jesús? ¿No carecemos de la sabiduría y la gracia correspondientes a nuestra edad, de modo que permanezcamos aún en las tinieblas de la falsedad?

¿Aprendemos realmente de los errores del pasado?   ¿O somos nosotros como los mal intencionados paisanos de Jesús que se oponen ferozmente a él aun cuando protestan quizás: «Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros antepasados, no habríamos participado en el asesinato de los profetas»? ¿No se les condena a miembros de la Iglesia con ideas «extrañas» y «poco ortodoxas» solo para ser rehabilitados luego con el título de cardenal y venerados como profetas dignos de monumentos magnificentes?

¿Aprendemos de san Vicente de Paúl? Su experiencia comprueba y enseña que jamás emergeremos de la oscuridad a la luz de la verdad no sea que nos confesemos absolutamente pobres e inadecuados ante Dios y abracemos a nuestros semejantes, sin tratar de huir de ellos.

De verdad, quienes aman a sus hermanos y hermanas, según las especificaciones en 1 Cor 13, 4-7, permanecen en la luz. Con razón, nos prohíbe la Eucaristía dejar pasar hambre a los sin nada.

Señor Jesús, danos tu Espíritu que nos guíe hasta la verdad plena.

31 de enero de 2016
4º Domingo de T.O. (C)
Jer 1, 4-5. 17-19; 1 Cor 12, 12-31 – 13, 13; Lc 4, 21-30

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