En el libro, “Cartas y alocuciones” del Padre Richard McCullen, Superior General de la Congregación de 1980 a 1992, quedó recogido parte de la riqueza de su pensamiento. Presentamos ahora una parte de éste en 10 pensamientos:
Adiós
“Esta mañana nos decimos adiós: yo digo adiós a ustedes y ustedes a mí. Todos los adioses tienen una nota de tristeza, pues son ensayo del adiós final que un día daremos a todo lo de este mundo. Digo adiós a ustedes, pero asegurando que han dado alegría a mi corazón. La rectitud de su vida, su deseo de hacer la voluntad de Dios, su entrega a los pobres, la resolución de vivir y trabajar juntas –todo ello me ha impresionado hondamente, por todo ello alabo y doy gracias a Dios, a San Vicente, a santa Luisa y cuantos bienaventurados de nuestra familia espiritual que hay en el cielo”. (Barcelona, 24 de marzo, 1985)
La Providencia Divina:
“En nuestra espiritualidad debe ocupar un puesto especial la devoción a la Providencia de Dios. Sabemos qué profunda devoción a la Providencia de Dios tenía San Vicente. Ahora bien, si algo significa Providencia de Dios, es que Dios se ocupa de nuestro porvenir. Era la causa de su gran confianza en la Providencia de Dios, por lo que rehusaba san Vicente anticiparse a los designios de la divina bondad sobre nuestro porvenir”. (Salvador-Brasil, 9 de julio de 1983).
Los misioneros:
“Sacerdote de la Misión es para Vicente de Paúl alguien que mediante continuo esfuerzo, imprime el propio carácter de humildad y la caridad de Cristo; alguien que, modesto en cuanto a sí mismo y sus dotes, profundamente respeta la dignidad ajena y considera principal misión suya manifestar genuiono amor especialmente a quienes, por la razón que sea, perdieron el sentido de una dignidad y valía cual a ellos corresponde ante Dios”. (Northampton-Pa., 24 de abril de 1990).
La oración:
“No oramos como debiéramos porque estamos ciegos al porvenir. Como serán las cosas de aquí a un año o aun una hora, escapa a nuestra visión. Dejados al primer albedrio, pediríamos las cosas que nos perjudican y pasaríamos por alto las que redundan en nuestro bien. El Espíritu nos ayuda, pues, a orar en todo tiempo. No se nos impone por la fuerza. Es como el huésped bienvenido a nuestra casa. No Actúa como un intruso, sino que ayuda a los quehaceres cuando se le pide”. (Cebu-Filipinas, 9 de noviembre de 1988).
La inculturación:
“Mucho se ha escrito en años recientes sobre la inculturación necesaria a la Iglesia en trance de implantación allí donde no fue aún predicado el evangelio. La inculturación exige del misionero mucha humildad. Hoy más que nunca debe el misionero atravesar una kenosis, un vaciamiento sin fin”. (Bokongo-Zaire, 17 de marzo de 1986).
La unidad:
“Toda nuestra vida transcurre en la comunidad. Esta envuelve mucha diversidad de temperamentos, cualidades, experiencias. La diversidad causa a veces tensiones, pero da riqueza a la comunidad. Y en la comunidad algo nos une siempre: el amor a la persona de Jesucristo. San Vicente, muy realista, supo que comunidad sin tensiones es imposible. Encareció, pues la caridad comunitaria. Nuestra entrega a Dios cuaja primero en el amor a la persona de Jesucristo y a las de quienes dormán comunidad con nosotros. Es la expresión inmediata de una vida consagrada. Sólo tras demostrarnos amantes en la propia comunidad, accedemos certeramente a los pobres”. (La Habana, 30 de septiembre, 1987).
La vocación:
“Si la vocación me plantea dificultades, si hallo difícil ver a Cristo en los pobres, tal vez sea que no me doy del todo a Cristo. Tal vez he partido mi vida como en diminutas repúblicas. Si Dios se hace remoto, se me crea problemas la fe, es quizás una prueba temporal que Dios me envía, puede que sea esa oscura noche descrita por san Juan de la Cruz y otros místicos, tras la cual adviene luminoso el día. Pero en los momentos de oscuridad conveniente pregunte si la luz no me falta a mí porque falto yo en la plena entrega a Jesucristo”. (Mahon, 18 de marzo, 1985)
Colaboración:
“De la colaboración entre San Vicente y Santa Luisa nació la amistad. Era humana, pero sobria, espiritual, práctica. Fue una amistad que regocija aún nuestros corazones. (…) Sí, la secreta clave del éxito en su colaboración, ya con las primeras Hermanas, ya con las Damas de la Caridad para bien de los pobres, está en la humildad de Santa Luisa. Era también la clave secreta que permitió a ella, una persona de talento, someter su juicio al de San Vicente. Este discernía, al cabo de breve tiempo, la fortaleza, las dotes, la humildad que santa Luisa escondía. A su vez, tal experiencia ahondaría la humildad en él, y acrecentaría aún las bendiciones divinas sobre la colaboración mutua”. (Salzburgo, 2 de agosto, 1982).
La Paz:
“Nosotros somos los invitados a hacernos instrumentos de la paz de Dios en todo tiempo, ya hablemos, ya callemos, o ya actuemos. (…) Sé pacificador, no perturbador, entre aquellos cuyas vidas tocas. Sé instrumento de paz y reconciliación, y te harás hijo verdadero de María. Sé pacificador y habrás consagrado el mundo a su Corazón Inmaculado. Sé pacificador, trabaja por la justicia, da pruebas de amor y, como María, te harás mensajero de vida, dulzura y esperanza”. (Machel-Mozambique, 23 de junio, 1990).
El Servicio:
Nuestra sociedad occidental acentúa mucho el servicio. Aquí evaluamos la calidad de él, y medimos a las personas, a las entidades, al comercio por la especie de servicios que ofrecen. Ahora bien, a nosotros, hombres y mujeres que seguimos a Cristo, que compartimos la visión de san Vicente y de santa Luisa, pienso nos convendría prestar una atención mayor al concepto de siervo. (…) Ser uno siervo es poner el acento en la relación persona, y distingue a esa relación una solicitud, un deseo de poner en primer lugar la necesidad de otros. (Baltimore, 16 de octubre, 1988).
Tomado de: http://cmglobal.org/
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