El Evangelio de hoy nos deja claro que toda codicia personal es una cerrazón a los valores del Reino de Dios, que están en lo más profundo del corazón y se expresan en la conciencia. Ser codicioso es tener la intención de sacar partido solamente para sí, aplastar las cabezas de los demás por sobresalir, oprimir y esclavizar a los otros para vivir bien.
Amigo de los Pobres, nº 66
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