Cada 29 de julio celebramos la fiesta de Santa Marta, la cual se ha asociado a la celebración de los hermanos coadjutores de la Congregación de la Misión, uno de los más grandes tesoros que han servido de forma abnegada y silenciosa, a la evangelización de los más pobres. La Congregación de la Misión es una Sociedad de vida apostólica, formada por Sacerdotes y Hermanos coadjutores, fundada por San Vicente de Paúl en 1625, con el fin de seguir a Cristo, evangelizador de los pobres.
La figura de los hermanos, es una de las vocaciones más interesantes, pero al mismo tiempo que ha pasado desapercibida o en silencio a través de la historia de la Congregación de la Misión.
En Guatemala, en la Casa Provincial de la América Central, tuve la oportunidad de conocer al Hermano Pedro Melgar C.M., quien llevaba una vida muy reservada, haciendo rosarios, luego de una vida entregada a la misión y al servicio. Aunque en realidad, al primer hermano que conocí en acción, fue en mi tiempo de la apostólica, cuando compartí con el Hermano Hermenegildo Albizurez C.M.
El hermano Hermenegildo oriundo de una aldea conocida como El Colorado en el municipio de San José Pinula, organizaba una pequeña misión en cada oportunidad que se presentaba, ya fuera en Semana Santa, julio o septiembre. Con el Hermano Hermenegildo llegábamos a las comunidades que colindaban con su lugar de nacimiento. Visitábamos la Soledad El Colorado, El Aguacate, Zamororo y El Colís del municipio de Matequiscuintla, Jalapa, todas estas comunidades de la llamada montaña de Jalapa. Así que tanto en Quetzaltenango como en estas misiones compartimos con la gente tan buena del campo, tan generosa, eran increíbles esas experiencias. Tal vez por eso ahora, en la pasada Semana Santa cuando platiqué con el Hermano Hermenegildo y me contó lo de su enfermedad, viéndolo tan tranquilo, tan convencido de aceptar su cruz, realmente me admiró, simplemente me dejó pensando y es que su ritmo de vida, de trabajo y oración, es lo que hoy le ayuda a seguir adelante en sus últimos días.
Cuando estuve en Panamá, en el Seminario Interno, compartimos con varios candidatos a Hermanos Coadjutores y platicamos muchas veces sobre la vocación del Hermano, que no se debía de ver como de segunda categoría, sino como una vocación diferente y de gran significado. Allí conocí a un gran amigo, Crecencio Tenorio, con quien compartí muchas horas de pastoral a Boquerón Viejo y otros sitios cercanos a Boquerón, Chiriquí y creo que ha asumido su vocación de servicio como lo más importante de la misión. De igual forma Edgardo López, conocido como Boni, quien siendo psicólogo ha brindando su apoyo y ayuda a las comunidades de Puerto Armuelles y lugares aledaños. Su vocación de hermano complementa la laboral pastoral de los presbíteros en las comunidades de este distrito de Chiriquí, Panamá.
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En la provincial de Colombia conocí al Hermano Gustavo Quintero, un hombre alegre, lleno de energía y con una gran sensibilidad por los más pobres. Con él fuimos a visitar unas comunidades del sur de Bogotá y su testimonio de servicio y de entrega me convenció de la importancia en una provincia del hermano coadjutor.
Un año más tarde conocí al Hermano Marcelino, de la provincia de México. Un hombre profundamente mariano, devoto a la Virgen de Guadalupe, hasta los huesos. Sus peregrinaciones a la Basílica del Tepeyac y su deseo por servir en lo que fuera necesario en la provincia y en la Congregación de la Misión, me ayudaron a comprender la labor tan importante de un hermano, que administra, cuida, trabaja, siempre disponible para realizar todo tipo de trabajo, definitivamente la vocación de Marta, a quien estamos celebrando en esta fiesta.
En la Curía Generalitia conocí a dos hermanos uno de Eslovenia, Lubo y Adán de Polonia. Ambos entregados a su vocación de servicio y con una demostrada fidelidad a Cristo, María y a San Vicente. Ahora Adán se ha ido para Estados Unidos y espero que todo marche bien en sus nuevos proyectos en favor de los más necesitados y vulnerables.
Ahora me queda cerca para ver y conversar al Hermano Sixto Chacón Peña, oriundo del municipio de Ilobasco, Cabañas, El Salvador, quien dentro de su labor de la casa de Alegría, Usulután, siempre busca un tiempo para desarrollar un don muy especial que le ha dado el Señor, para visitar y consolar a los enfermos de las comunidades más pobres.
En resumidas cuentas, quiero felicitar y agradecer sencillamente, la labor de los Hermanos Coadjutores, son muy valiosos sus aportes a la Familia Vicentina, sigan adelante y que Jesús, María y San Vicente, les bendigan abundantemente, sinceramente,
Julio A. Castellanos, AMM
Celebración del día de Santa Marta 2007.
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