El estar al lado de Jesús no debe ser sinónimo de tranquilidad y pasividad total, como en la cima del monte de la transfiguración. Más cuando optamos, por estar al lado de Jesús en la persona de los pobres, que nos invita a transformarnos día con día para servirle de mejor manera, en los más necesitados.Este segundo domingo de cuaresma, conocido popularmente como el domingo de la transfiguración, nos recuerda el pasaje, que en algunas ocasiones hacemos referencia cuando en algún lugar o en alguna situación nos sentimos muy cómodos y casi en tono de broma exclamamos: ¡hagamos tres chozas!, como queriendo mantenernos sin problemas a la par de Jesús.
Pero el ponernos al lado de Jesús y compartir su transformación requieren de una dosis de valor y decisión, que en esta cuaresma puede ser el momento oportuno para reflexionar, vernos al espejo y así poder hacer un cambio en nuestra vida.
Ese es el caso de un hombre que conocí en la prisión de David, Panamá. Junto con otro hermano hacíamos una labor de pastoral todos los sábados, visitando a los encarcelados y llevándoles una voz de esperanza. Más de alguna vez, nos daban teléfonos de familiares o amigos, para que les llamáramos y les expresáramos que estaban bien, pero que necesitaban de su visita. En algunas ocasiones nos contestaban de mala manera o nos daban mensajes nada agradables, que nos teníamos que «tragar» para no defraudar a los presos del penal con los que platicábamos todos los sábados.
Entre esos hombres se encontraba Generoso Santamaría. Una persona que desde joven había cometido muchos errores, se había involucrado en pleitos y en drogas, y eso que estaba intentando sentar cabeza, se había casado y tenía dos niños y una niña. Un día en una de las fincas bananeras del distrito del Barú, había intentado violar a una señorita, claramente bajó los efectos de drogas alucinógenas. La policía llegó y evitó que los familiares de la muchacha lo mataran a golpes. Lo metieron preso en la cárcel de David. Allí pasó más de un año, esperando el veredicto del juez, quien pedía las pruebas científicas que comprobaran la violación.
Estando en la cárcel Generoso se enteró que los familiares de la muchacha habían llegado a quemar la casa de su esposa, por lo que tuvieron que salir huyendo de la finca bananera y buscar trabajo en otro lugar. Todos estos hechos motivaron a Generoso a comenzar una verdadera transformación, un proceso de verdadera transfiguración. Leía la Biblia asiduamente y esperaba cada sábado para hacernos miles de preguntas, de las cuales algunas nunca le pudimos contestar.
Generoso Santamaría se esforzó por servir a los demás, desde su pobreza; viendo que las necesidades eran muchas, escribió una carta al Obispo de David, quien la recibió, la meditó y la leyó en una misa pública del parque de la capital chiricana en la fiesta del Espíritu Santo. La carta, de la cual me hubiera encantado guardar una copia, expresaba su dignidad de hijo de Dios y que realmente se comprometía a su conversión personal, pero que necesitaba del apoyo de la sociedad, quienes regularmente nos olvidábamos que existían, que hasta nos causaban vergüenza, pena y no queríamos saber de ellos, pero que ellos también eran hermanos nuestros.
Meses más tarde Generoso Santamaría no fue condenado, debido a que el acto de violación no se había consumado, de acuerdo a las pruebas científicas y quedó en libertad. Regresó con su familia, quería ser un hombre nuevo, quería empezar de nuevo, nos lo dijo muchas veces. Más no sabía que el rencor que guardaba el papá de la muchacha, quien al enterarse de que Generoso saldría de la cárcel, se dirigió a la nueva casa de la familia Santamaría, con un arma en la mano y lo mató.
No le dio tiempo a que demostrara que era un hombre nuevo, que sinceramente quería cambiar, que quería dejar atrás aquel muchacho drogadicto y que de ahora en adelante sería un padre responsable y trabajador.
No le dieron la oportunidad de demostrar su conversión. Nosotros tenemos la oportunidad en esta cuaresma de hacer cambios en nuestra vida, de proponernos ser diferentes y de no olvidarnos de nuestros hermanos y hermanas que sufren en las cárceles el abandono de la familia y de la sociedad.
Adelante, Familia Vicentina, con nuestra labor de cambio, nuestro compromiso de transfigurarnos nosotros mismos, como primer paso para transformar nuestra sociedad.
Julio Adolfo Castellanos, AMM.
San Salvador, 28 de febrero de 2007.
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