Domingo I de Cuaresma, Año C
Según una carta a un misionero escrita por San Vicente de Paúl en 1655, la desconfianza en nuestras fuerzas debe ser la fundación de nuestra confianza en Dios.
Según una carta a un misionero escrita por San Vicente de Paúl en 1655, la desconfianza en nuestras fuerzas debe ser la fundación de nuestra confianza en Dios. Así que, en lugar de tener nuestros ojos puestos en lo que somos nosotros, miraremos al Señor a nuestro lado y dentro de nosotros. Está listo el Señor a poner mano en la tarea tan pronto como a él recurramos.
Con la confianza puesta en el Señor acudo a él ahora para emprender el camino cuaresmal. En Cristo que me fortalece todo lo puedo (Fil. 4,13). En cambio, separado de él no podré hacer nada, por cierto (Jn. 15,5). Sin él, sólo lograría yo probablemente estropear aun tales tan santas y altamente recomendadas prácticas cuaresmales como el ayuno, la oración y la limosna.
Y no se requiere mucho realmente para que yo llegue a malograr y profanar dichas prácticas, como esto queda señalado, creo, en la advertencia de Jesús en el evangelio del Miércoles de Ceniza. Con sólo dejar que el «yo» o el «mí» se ponga en medio, ya tendré asegurada mi adquisición del contrario del toque mágico del rey Midas. Y entonces conseguiré convertir la abnegación del ayuno en la autoafirmación, el diálogo de la oración en un monólogo de congratulación dirigida a mí mismo y la búsqueda del bien del otro, significada por la limosna, en la promoción de mí mismo. Así que, por fijarse demasiado en sí mismo, uno corre el riesgo de subvertir lo bueno y, por consiguiente, de ponerse también en el peligro de ser un blanco fácil y abierto del tiro del tentador empedernido.
No pocas veces ha pasado que se ha hecho el pan, destinado a sostener la vida, motivo para quitarla a otros, puesto que unos se han preocupado únicamente por sus propios intereses. El hambre roente y codiciosa de las cosas terrenales que necesitamos para vivir puede ser fatal en más de un sentido de la palabra.
Uno, por supuesto, tiene derecho a planear su vida y tener el mando de su situación y así contribuir al mantenimiento del orden. Pero esto fácilmente, en el caso del que da demasiada importancia a sí mismo, se puede convertir en una obsesión, un deseo irrefrenable de poder, que no conoce ni el bien ni el mal y conduce a que uno al fin se venda por completo y pierda dominio realmente de sí mismo. La sed del autodominio por parte del que tiene pretensiones de superioridad lo puede esclavizar a uno y hacerle idólatra.
Y quien, aunque confiando en Dios, tiene su ojos puestos en sí mismo y en su importancia, a éste le falta poco para que convierta la esperanza en presunción. Este tipo se pone por voluntad propia en peligro y luego desafía a Dios que le abandone. El presumido no se ve con necesidad de la gracia y la salvación; está convencido más bien de que él se merece la gracia y la justificación. Esto me hace recordar un obispo filipino de un cuento, quien mientras en un banquete consumía manjares ricos y vino de solera no dejaba al mismo tiempo de repetir, mirando sobre sus gafas con ojos de miope (no tengo la intención de ofender a los de la India): «Dicen que hay hambre en la India; pero Dios es misericordioso, Dios es misericordioso».
El hambre y la sed no se eliminan sin la atención a la palabra de Dios. Y demasiado se ha aprovechado el espíritu maligno de mi tendencia a referirlo todo a mí mismo para quitarme precisamente de esa empresa de escuchar a Dios. Con la llegada de la Cuaresma, ya es hora una vez más de salir de mí mismo y tomar la postura del pobre que se vacía de si mismo, y dirigir mi mirada a Cristo. Ya es hora de que yo escuche atentamente al que habla no sólo en la Escritura y Tradición sino también en los acontecimientos de la vida real. Como lo comprueba la vida de San Vicente y lo vuelve a decir recientemente el Padre Bob Maloney, los acontecimientos, en particular las miserias humanas de los pobres traspasados, me dicen algo y pueden formarme y cambiar mi vida de modo dramático (cf. Jacques Delarue; véase también http://famvin.org/wiki/Talk:Confrere). Y, sí, está listo el Señor a poner mano en este proyecto cuaresmal tan pronto como a él recurra yo.
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