Mientras progresa la Iglesia en la fidelidad al Señor, goza ella al mismo tiempo de paz, se va construyendo, y se multiplica, animada por el Espíritu Santo.Reflexión de Rosalino para el Domingo V de Pascua
Domingo V de Pascua, Año B
A la puerta yacía Lázaro (Lc. 16, 20)
El grito de «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» es indudablemente un grito de angustia y soledad. Pero lejos de ser un reconocimiento de pérdida de fe y esperanza, el grito es más bien una profesión de fe y una muestra de esperanza. Quien así grita, al molestarse todavía en dirigir la palabra al que parece estar muy lejos de su clamor y ser la causa de su mayor desilusión, afirma su fidelidad. Así que, como lo comprueba el hecho de que el grito de angustia pronto se convierte en un canto de alabanza, el que se siente y se declara abandonado por Dios y por los hombres realmente protesta su fidelidad y renueva sus votos.
Ahora bien, la fidelidad no es sólo cuestión de fidelidad a Dios sino también fidelidad al pueblo de Dios. Se nos indica que los votos se cumplirán delante de los fieles. Asimismo se dice, como para destacar el aspecto de comunión y armonía que tiene la fidelidad, que «los desvalidos comerán hasta saciarse» y «lo recordarán y volverán al Señor hasta de los confines del orbe, y en su presencia se postrarán las familias de los pueblos».
Y en la primera lectura se nos cuenta que, mientras progresa la Iglesia en la fidelidad al Señor, goza ella al mismo tiempo de paz, se va construyendo, y se multiplica, animada por el Espíritu Santo. La fidelidad a Jesús, señala por su parte la segunda lectura, requiere también que nos amemos unos a otros. Y en el evangelio se presenta la comunión cristiana como la compenetración de la vid y de los sarmientos.
Al ser injertados nosotros, por la gracia de Dios y la elección hecha por Jesús, en la vid escogida, los cristianos nos hacemos fructíferos, capaces de obras de evangelización, de culto, de caridad, por las que el acceso a la asamblea cristiana se le ofrece a los que ahora se quedan afuera y se sienten muy solos, y siquiera abandonados por Dios y los hombres. Nos podan y nos hacen limpios las palabras de Jesús, palabras de las que se puede declamar también:
Vivas palabras de la Escritura
Saltan de verdad de cada página.
Buscan por cierto que al que está a la puerta
Dígasele: «¡Ven!; no quedarte afuera.
Quien resucitó dentro te espera.»
(http://www.famvin.org/wiki/
Reflections_rooted_in_the_Sunday_Readings
#Third_Sunday_of_Easter.2C_Year_B)
Ruego ahora, en espíritu de la oración colecta del día miércoles de la IV semana de Pascua, que Dios, vida de los creyentes, gloria de los humildes, felicidad de los justos, sacie, con la bendición de la eucaristía, que contiene en sí todo deleite, la sed y el hambre de quienes esperamos en sus promesas, y nos libre de la angustia y de la soledad.
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