La reflexión de Rosalino para el Domingo IV de Pascua.

Domingo IV de Pascua, Año B

Quien ama conoce a Dios (cf. 1 Jn. 4, 7)

En la homilía que predicó el Padre John Maher, C.M., con ocasión de la celebración del Día de la Familia en el santuario de la Virgen Milagrosa (http://www.cmeast.org/pagesFeatures/features2006/018f.html), él incluyó con gratitud y gracia entre los que para él han formado parte de la «gran nube de testigos» a una persona menos pensada. Contó el Padre que un domingo de la Santísima Trinidad, durante su homilía en la que prefirió la erudición (o lo que él creía era erudición) a la conveniencia, una niña sentada en un banco en la primera fila en una pequeña iglesia rural se volvió a su madre y dijo en voz alta: «Mamá, aquel hombre con poncho puesto, ¿dirá él todas las palabras que sabe?».

Improbable testigo de verdad, esta muchachita. Pero ya sabemos que a nosotros que nos consideramos quizás como «jefes del pueblo y ancianos» nos silencia Dios a veces por boca de los infantes y de los niños, y se nos indica que preferibles a las pretensiones de liderazgo erudito y elocuente son la sencillez, la pequeñez, la calma y el silencio del niño, a quien debemos imitar si queremos entrar en el reino de los cielos (cf. Sal. 8, 2; 131, 1-2; Mt. 18, 3). Por la actitud de humildad y sencillez que se manifiesta en el amor desinteresado y sacrificado seremos semejantes al buen Pastor. Vestidos de la naturaleza del buen Pastor, seremos manifestados y conocidos por verdaderos hijos de Dios, conociéndole al dicho Pastor que nos conoce y quien nos llama por nuestros nombres. Convencidos de que no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos sino el de Jesús, con gratos corazones permaneceremos, por su gracia, dentro del redil, a la vez que nos pondremos de acuerdo con él en reconocer que tiene otras ovejas que no son de nuestro redil, quienes tarde o temprano comulgarán con nosotros para que todos juntos seamos un solo rebaño bajo un solo Pastor.

Creo que tienen la humildad y la sencillez de la niña testigo los que de buena gana reconocen la realidad de que a otras ovejas tiene que traerlas también el buen Pastor, las cuales escucharán su voz también. Testigos de la universalidad e inclusividad, a mi parecer, estos cristianos no tendrán ningún inconveniente en que un Eldad o un Medad profetice sin autorización previa del jefe, o que alguien quien no les sigue a ellos eche fuera demonios (cf. Nu. 11, 26-29; Mc. 9, 38-39). Prestarán la atención al que enseña que la caridad cristiana es mucho más que mera filantropía y advierte que, por identificarse por completo con Organizaciones No Gubernamentales y presentar un programa que no se distingue de uno de la Cruz Roja o de las Naciones Unidas, las grandes organizaciones eclesiales de ayuda se separan de la Iglesia y de su vínculo con los obispos y, «así estarían contradiciendo la historia bimilenaria de nuestra Iglesia y deteriorando seriamente la credibilidad de su predicación» (cf. http://www.zenit.org/spanish/visualizza.phtml?sid=85705). Pero también seguirán reconociendo que, a fin de cuentas, lo esencial es socorrer al necesitado, sépalo o no quien socorre que al Señor mismo lo está haciendo. Pues, en el juicio final de Mt. 25, 31-46, tanto los que van a la vida eterna como los que van al castigo eterno le preguntan al Señor: «¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o encarcelado?» Estos testigos también reconocen la piedra angular y no acaban desechándola, porque casi instintivamente conocen a Dios al conocer ellos el amor. Se maravillan del amor del Padre, porque lo ven tal cual es, al amar ellos y dejarse amar.

Permítaseme, pues, decirlo otra vez más: este tipo de testimonio es propio primeramente, creo, de tal niña como la de la homilía del Padre Maher, niña sencilla y cautivante por no abrigar nada del engaño de los falsos pastores asalariados.