El Santo Padre Benedicto XVI pronuncio dos bellísimas homilías en la Misa Crismal y en la Misa In coena Dommini del Jueves Santo. Ofrecemos la primera en traducción de Julio Suescun c.m. y el link para la segunda en el texto italiano que ofrece la Página del Vaticano.
Homilía en la Misa in Coena Domini en la
Basílica de San Juan de Letrán
Jueves Santo, 13 abril 2006
«Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (Gv 13, 1): Dios ama a su criatura, el hombre. Lo ama aún en su caida y no lo abandona a sí mismo. Lo empuja con su amor hasta el extremo: baja de su gloria divina. Se despoja de los vestidos de su gloria y se pone el vestido de esclavo. Baja hasta la propia bajeza de nuestra caida. Se arrodilla ente nosotros y nos presta un servicio de esclavo: lava nuesros pies sucios para que podamos ser admitidos a la mesa de Dios, para que podamos ser dignos de tomar asiento a su mesa . cosa que nosotros no podríamos ni deberíamos hacer por nosotros mismos.
Dios no es un Dios lejano, demasiado lejano y demasiado importante para ocuparse de nuestras bagatelas Porque es grade, puede interesarse también de las cosas pequeñas. Porque Él es grande, el alma del hombre, el mismo hombre cr3ado por el amor eterno, no es una cosa pequeña, sino grande y digno de su amor. La santidad de Dios no es sólo un poder abrasador, ante el que nosotros debiéramos retraernos aterrados; es poder de amor y por ellos, poder purificador y sanador.
Dios se abaja y se hace esclavo, nos lava los pies para que podamos sentarnos a su mesa. En esto se expresa todo el misterio de Jesucristo. En esto se hace visible lo que significa redención. El baño en el que nos lava es su amor dispuesto a afrontar la muerte. Sólo el amor tiene esa fuerza purificadora que limpia nuestra suciedad y que nos eleva a la altura de Dios. El baño que nos purifica es Él mismo que se nos da hasta la profundiad de su sufrimiento y de su muerte. Continuamente Él es este amor que nos lava; en los sacramentos de la purificación el bautismo y el sacramento de la penitencia- Él está continuamente arrodillado ante nuestros pies y nos rinde el servicio de esclavo, el servicio de la purificación, que nos hace capces de Dios. Su amor es inconmensurable, llega ciertamente hasta el fin.
Vosotros estáis limpios, aunque no todos.En esta frase se revela el gran don de la purificación que nos hace, porque tiene deseos de estar a la mesa con nosotros, de hacerse nuestro alimento. Aunque no todos existe el oscuro misterio del rechazo que se hace presente en el caso de Judas, y precisamente en el Jueves Santo, en el día en que Jesús se da, nos debe hacer pensar. El amor de Señor no conoce límites, pero el hombre puede ponerle un lìmite.
Vosotros estáis limpios, aunque no todos. ¿Qué es lo que hace al hombre inmundo? Es el rechazo del amor, el no querer ser amado, el no amr. Es la soberbia que cree no tener necesidad de purificación alguna, que se cierra a la bondad salvadora de Dios. Es la soberbia que no quiere confesar y reconocer que tenemos necesidad de purificación. En Judas vemos la naturaleza de este rechazo aún más claramente. Él valora a Jesús conforme a las categorías del poder y del éxito. Para él sólo el poder y el éxito son realidades, el amor no cuenta. Y él es codicioso: el dinero es más importante que la comunión con Jesús, más importante que Dios y su amor. Y así se hace un mentiroso que hace el doble juego y rompe con la verdad; uno que vive en la mentira y pierde así el sentido de la verdad suprema y de Dios. Así él se endurece, se hace incapaz de la conversión, del retorno confiado del hijo pródigo y malgasta la vida destruida.
Vosotros estáis limpios, aunque no todos El Señor nos pone en guardia frente a esa autosuficiencia que pone un límite a su amor ilimitado. Nos invita a imitar su humildad, a confiarnos a ella, a dejarnos contagiar de ella. No invita por muy descarriados que podamos sentirnos- a volver a la casa y permitir a su bondad purificadora levantarnos y hacernos entrar en la comunión de la mesa con Él, con Dios mismo.
Añadamos una última palabra de este episodio evangélico. Os he dado ejemplo. (Jn 13,15). ¿En qué consiste lavar los pies los unos a los otros? ¿Qué significa en concreto? Toda obra de bondad al otro sobre todo a los que sufren y a los que son poso estimados- es un servicio de lavatorio de pies. A esto nos llama el Señor: abajarse, aprender la humildad y el coraje de la bondad y aún de la disponibilidad para aceptar el rechazo y todavía fiarse de la bondad y perseverar en ella. Pero aún hay una dimensión más profunda. El Señor quita nuestra suciedad con la fuerza purificadora de su bondad. Lavarnos los pies los unos a los otros significa sobre todo perdonarnos incansablemente los unos a los otros, comenzar siempre de nuevo juntos, por más que pueda parecer inútil. Significa purificarnos los unos a los otros soportándonos unos a otros, y aceptando ser soportados por los otros, purificarnos los unos a los otros, dándonos la fuerza santificadora de la Palabra de Dios e introduciéndonos en el Sacramento del amor divino.
El Señor nos purifica y por eso nos atrevemos a acceder a su mesa. Pidámosle que nos de la gracia de poder ser un día para siempre huéspedes del eterno banquete nupcial. Amén
Homilía en la Misa Crismal, en la Basílica Vaticana (13 de abril, 2006)
Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:
El Jueves Santo es el día en el que el Señor dio a los Doce el encargo sacerdotal de celebrar en el pan y el vino el sacramento de su Cuerpo y Sangre hasta el fin del mundo. En lugar del cordero pascual y de todos los sacrificios de la Antigua Alianza, coloca el don de su Cuerpo y de su Sangre, el don de sí mismo. Así el nuevo culto se fundamenta en el hecho de que, ante todo, Dios nos hace un don a nosotros y nosotros llenos por este don nos hacemos suyos: la creación vuelve al Creador. Así también en sacerdocio se hace nuevo: no es ya cuestión de descendencia, sino un encontrarse en el misterio de Jesucristo. El es siempre el que se da y el que tira de nosotros hacia Él. Sólo él puede decir: Esto es mi Cuerpo Esta es mi Sangre. El misterio del sacerdocio de la Iglesia está en que nosotros, pobres seres humanos, en virtud del sacramento podemos hablar con su propio Yo: in persona Christi. El quiere ejercer su sacerdocio a través de nosotros. Este misterio conmovedor que nos afecta de nuevo en cada celebración del Sacramento, es lo que recordamos de modo particular en el Jueves Santo. Para que lo cotidiano no malgaste lo grande y lo misterioso, necesitamos de un recuerdo propio yuespecífico, necesitamos el volver a aquel día en que Él puso sus manos sobre nosotros y nos hizo partícipes de este misterio.
Texto completo de la homilía, en italiano.
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