Thirty-Second Sunday in Ordinary Time, Year C-2019

From VincentWiki
Alive by God’s Love in Christ Jesus

Jesus is the last and surest proof that God loves us. Because of this love, God is not the God of the dead, but of the living; all are alive for him.

The Sadducees deny that there is a resurrection or that the dead can be alive again because of it. So, with their question that deals with levirate marriage (Gen 38, 8; Dt 25, 5), they mean to make fun of the belief in the resurrection.

For the Sadducees, then, —and considering besides that they deny that angels and spirits exist (Acts 23, 8)—, there is no afterlife. What matters is being alive here and now.

And it is no wonder that the Sadducees want to be alive so. After all, why look for or worry about another life when they have it so good here on earth?

That is because the Sadducees make up the priestly aristocracy and the conservative class of landholders and traders. They are from rich families that belong to Jerusalem’s elite. And since stability is good for business, they are more willing to come to an understanding and compromises with Rome.

And their life of ease and well-being does to the Sadducees what it does to the rich fool (Lk 12, 13-21). That is to say, it locks them up in themselves, their interests and machismo. So self-absorbed, they forget those in need.

Such life, moreover, does not make the Sadducees hope for something beyond this life. They do think that it is ridiculous to hope for an afterlife. Besides being ridiculous, such hope cheats people of the happiness of the present.

One stays alive even in death because of God’s love.

In denying the resurrection and the life beyond death, the Sadducees underestimate the power of God’s love. Just as they underestimate God’s love, too, those who grumble that Jesus has gone to stay at Zacchaeus’ house. For God’s love is so strong it does not give up on the worst sinner even.

This love is so strong, too, that he is the God of the living, since all are alive for him. God’s love is not only for what is and the like. It is love even for what is not, for the unlike, the unworthy, the worthless, the lost (J. Moltmann). Breaking the spell, “Nothing comes out of nothing,” the power of God’s love brings nothing into being and raises the dead to life. And it gives the poor good hope, not drugs, that prods them to act.

Needless to say, those who would be alive have to dive into God’s love. For passing from death to life means loving the brothers and sisters (Jn 3, 14).

Lord Jesus, thanks to your inventive love, we have the Eucharist (SV.EN XI:131). Make us take seriously your teaching, that those who eat your flesh and drink your blood have eternal life. And that you will raise them and keep them alive.


10 November 2019

32nd Sunday in O.T. (C)

2 Mac 7, 1-2. 9-14; 2 Thes 2, 16 – 3, 5; Lk 20, 27-38


VERSIÓN ESPAÑOLA

Vivos por el amor de Dios en Jesucristo

Jesús es la última y más cierta prueba de que Dios nos ama. Por ese amor, Dios no es Dios de muertos sino de vivos; pues para él todos están vivos.

Niegan los saduceos la resurrección de los muertos o la posibilidad de estar vivos de nuevo los muertos. Por eso, la pregunta que hacen referente a la ley del levirato (Gén 38, 8; Dt 25, 5) tiene por motivo ridiculizar la creencia en la resurreción.

Así que para los saduceos, —teniendo en cuenta además que, según ellos, no hay ángeles ni espíritus (Hch 23, 8)—, el más allá no existe. Lo que les importa es estar vivos aquí y ahora.

Y no es de extrañar que les interese a los saduceos estar vivos así. Después de todo, ¿por qué buscar ellos y preocuparse de la otra vida si bien se lo pasan aquí en la tierra?

Es que los saduceos forman parte de la aristocracia sacerdotal y de la clase conservadora de tierratenientes y comerciantes. Provienen de familias pertenecientes a la élite de Jerusalén. Y como le resulta buena al comercio la estabilidad, más listos están para llegar a un entendimiento y colaboración con Roma.

Y la vida cómoda y acomodada de bienestar hace con los saduceos lo mismo que con el rico insensato (Lc 12, 13-21). Es decir, esa vida los encierra en sí mismos, sus intereses y su machismo. Demasiado ensimismados, se olvidan de los necesitados.

Tal vida, además, no lleva a los saduceos a poner la esperanza en el más allá. Les parece ridícula, sí, esa esperanza. Ella además arrebata engañosamente a los hombres la felicidad del presente.

Permanecemos vivos aun en la muerte por el amor de Dios.

En negar la resurrección y la vida más allá de la muerte, los saduceos subestiman el poderoso amor de Dios. Así como subestiman también el amor de Dios los que murmuran porque Jesús ha entrado en la casa de Zaqueo. Pues es tan fuerte el amor de Dios que no da por caso perdido incluso al peor pecador.

Ese amor es tan fuerte asimismo que Dios es Dios de vivos, porque para él todos están vivos. El amor de Dios no es solo amor a lo existente y a lo idéntico. Es amor siquiera a lo no existente, a lo desigual, indigno, fútil, perdido, pasajero y muerto (J. Moltmann; hacer clic en READ PAPER). Rompiendo el hechizo: «De nada nada se hace», el amor poderoso de Dios crea de la nada y resucita a los muertos. Y da a los pobres una esperanza dichosa, no drogas, que los impela a la acción

Huelga decir que tendrán que sumergirse en el amor de Dios quienes buscan estar vivos. Pues pasar de la muerte a la vida significa amar a los hermanos (Jn 3, 14).

Señor Jesús, gracias a tu amor inventivo, tenemos la Eucaristía (SV.ES XI:65). Haz que tomemos en serio tu enseñanza de que quienes comen tu carne y beben tu sangre tienen vida eterna y tú los resucitarás y estarán vivos.


10 Noviembre 2019

32º Domingo de T.O. (C)

2 Mac 7, 1-2. 9-14; 2 Tes 2, 16 – 3, 5; Lc 20, 27-38