Sixth Sunday in Ordinary Time, Year A-2020

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Brothers and Sisters to One Another

Jesus, giving his body up and pouring out his blood for us, shows us the love God has for us (1 Jn 3, 16; Rom 5, 8). So, we also ought to lay down our lives for our brothers and sisters.

Benedict cannot believe it when his sister, Scholastica, asks him to stay with her the whole night ([www.liturgies.net/saints/scholastica/readings.htm#loh Office of Readings]). She wants that they go on until morning talking about spiritual things. And he answers, “What are you saying? I simply cannot stay outside my cell.” Which goes to show that even the best among us sometimes forget that “love is above all rules” (SV.EN X:478). We thus end up serving the letter of the law (2 Cor 3, 6). And letting the letter kill us, we do not become brothers and sisters to one another.

But Jesus wants us to be loving brothers and sisters. After all, we are to call “Father” the God that he reveals. So, he upholds the spirit of the law and the prophets. That is, he brings them to fulfillment. He wants them to take root deep inside us. The righteousness that he seeks is beyond that of the scribes and the Pharisees.

And so, it is not enough that we do not kill. We are not even to get angry at anyone or engage in insults and name-calling. Not to respect our brothers and sisters makes meaningless the gift we bring to the altar. And we have to make peace with them before it is too late. Also, we men must not consider women below us. For they are as much image of God as we are. They are not things or possessions that we can get rid of at will. Brothers and sisters, too, should also be able to trust one another. Sadly, dishonesty and lies undermine trust. Our speech, then, whether yes or no, must be simple and plain. And wise in a way that no eye has seen, no ear has heard, no heart has imagined.

Lord Jesus, you teach us that love of God, and of our brothers and sisters, sums up the law and the prophets. Let nothing stop us from being as radically and deeply loving as you want us to be. Make us learn “to leave God for God” (SV.EN IX:252; see also Bishop Andrew E. Bellisario, C.M.).


16 February 2020

6th Sunday in O.T. (A)

Sir 15, 15-20; 1 Cor 2, 6-10; Mt 5, 17-37


VERSIÓN ESPAÑOLA

Hermanos y hermanas unos para otros

Jesús, entregando su cuerpo y derramando su sangre por nosotros, da a conocer el amor de Dios (1 Jn 3, 16; Rom 5, 8). Así también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos y hermanas.

Benito no puede creer lo que le dice su hermana Escolástica (Oficio de Lectura). Pide ella que los hermanos pasen toda la noche hablando hasta mañana de asuntos espirituales. Replica él: «¿Qué es lo que dices, hermana? Yo no puedo en modo alguno quedarme fuera de la celda». Lo que demuestra que aun los más buenos entre nosotros se olvidan a veces de que «el amor está por encima de todas las reglas» (SV.ES XI:1125). Así acabamos dando servicio a la letra de la ley (2 Cor 3, 6). Y dejando que la letra nos mate, no nos hacemos hermanos ni hermanas unos para otros.

Pero quiere Jesús que nos amemos unos a otros como hermanos y hermanas. Después de todo, hemos de llamarle «Padre» al Dios a quien el Hijo da a conocer. Así que éste respeta la ley los profetas y les da plenitud. Han de arraigarse profundamente en nuestros corazones para que nuestra justicia supere la de los escribas y fariseos.

Por eso, no nos basta con no matar. Ni siquiera debemos enojarnos con nadie ni insultarle ni maldecirle. No respetar a nuestros hermanos y hermanas hace que resulte sin valor la ofrenda que ponemos sobre el altar. Y hemos de reconciliarnos con ellos antes de que sea demasiado tarde. Los hombres no podemos considerar a las mujeres como inferiores a nosotros. Pues, al igual que nosotros, son ellas imágenes de Dios. Las mujeres no son cosas o posesiones que podemos desechar a nuestro capricho. Y los hermanos y hermanas hemos de fiarnos unos de otros. Lamentablemente, la deshonestidad y las mentiras socavan la confianza. Por eso, tenemos que hablar, —digamos o sí o no—, con sencillez y claridad. Y de forma que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el pensamiento concibió.

Señor Jesús, tú nos enseñas que la ley y los profetas se resumen en el amor a Dios y a nuestros hermanos y hermanas. Que nada nos impida amar radical y profundamente según tu voluntad. Haz que aprendamos a «dejar a Dios por Dios» (SV.ES IX:297; véase también Mons. Andrew E. Bellisario, C.M.).


16 Febrero 2020

6º Domingo de T.O. (A)

Eclo 15, 15-20; 1 Cor 2, 6-10; Mt 5, 17-37