La Santísima Virgen, Única Madre de Luisa de Marillac

por | May 18, 2017 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Con toda probabilidad, santa Luisa no conoció a su madre, pero siempre fijó su mirada en la Virgen María, la Madre de Dios. En sus escritos, santa Luisa habla con frecuencia de María, la invoca en las más diversas circunstancias, la toma como modelo y se la propone a sus Hijas, le consagra la Compañía de las Hijas de la Caridad e incluso en sus pinturas, su imaginación y su arte hacen un lugar a María.

En sus oraciones, santa Luisa acostumbra a invocar la intercesión de la Santísima Virgen: “por los méritos de la Santísima Virgen y el amor que le tienes (E. n. 260).

Lo que más quería en este mundo, a su hijo y a la Compañía, Luisa le confía a la Santísima Virgen.

Tras la muerte de su esposo, Antonio Le Gras, Luisa escribe una oración de ofrenda a la Virgen, poniéndose ella misma y su hijo bajo la protección de María:

“Santísima Virgen, dígnate tomar a mi hijo y a mí bajo tu protección y ten como grata la elección que de esa protección hago para servirme de guía; recibe mis votos y súplicas junto con mi corazón que te entrego por completo, para glorificar a Dios por la elección que su bondad hizo de ti para ser Madre de tu Hijo…” (E. n. 13).

Oración

Pongámonos bajo la protección de la Santísima Virgen y entreguémosle nuestro corazón para glorificar a Dios por la elección que su bondad hizo de María.

(Música)

En su Reglamento de vida en el mundo, santa Luisa enumera diversas prácticas de devoción en honor de la Virgen María. En su catecismo, explica y recomienda el Avemaría y el Rosario. Esta devoción de santa Luisa ha perdurado en la tradicional oración de las Hijas de la Caridad entre las decenas de los misterios del rosario:

“Santísima Virgen, creo y confieso vuestra Santa e Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Oh, purísima Virgen!, por tu pureza virginal, tu Inmaculada Concepción y tu gloriosa cualidad de Madre Dios, alcánzame de tu amado Hijo: la humildad, la caridad, una gran pureza de corazón, cuerpo y espíritu, la santa perseverancia en mi vocación, el don de oración, una santa vida y una buena muerte” (E. n. 260).

Oración

Por intercesión de María concédenos Señor: la humildad, la caridad, una gran pureza de corazón, cuerpo y espíritu, la santa perseverancia en nuestra vocación, el don de oración, una santa vida y una buena muerte.

(Música)

Luisa quiso que la Compañía estuviera consagrada a María y la considerara siempre como su Única Madre (Cf. C. 120, 121, 281, 657, 662. SVP IX, 1148. E. n. 123). En varias ocasiones se refiere a la Santísima Virgen como a la Única Madre:

Honrar más a la Santísima Virgen y renovarle nuestra dependencia, la de la Compañía en general, como sus más ruines hijas, pero mirándola también a ella como a nuestra muy digna y única Madre” (E. 123).

la Santísima Virgen, nuestra única y verdadera Madre” (C. 281).

…como verdadera Hija de la Caridad, tomará usted todo lo que le diga la que en la tierra le representa a su verdadera Madre del Cielo…”  (C.. 657).

La frase del “testamento espiritual”:

“Pidan mucho a la Santísima Virgen que sea Ella su única Madre”, es la síntesis final, el testimonio solemne de toda una vida de reconocimiento hacia María, su Única Madre.

Oración

Oh, Madre de Cristo, única Madre de la Compañía, por tu poderosa intercesión concédenos por tu querido hijo la fidelidad al espíritu evangélico legado por nuestros santos Fundadores.

(Música)

Sus escritos personales y la correspondencia cruzada con san Vicente recogen bien su voluntad y sus convicciones. Luisa pide permiso al Señor Vicente para ir en peregrinación a Chartres:

“Le suplico humildemente me permita hacer el viaje a Chartres durante su ausencia, para encomendar a la Santísima Virgen todas nuestras necesidades y las proposiciones que le he hecho a usted. Ya es tiempo de pensar en mí y delante de Dios le aseguro que creo va en ello el interés de nuestra pequeña Compañía” (C. 120).

Y Santa Luisa relata a Vicente su peregrinación a Chartres: “…El lunes (17 de octubre de 1644), día de la Dedicación de la Iglesia de Chartres, lo empleé en ofrecer a Dios los designios de su Providencia sobre la Compañía de las Hijas de la Caridad, ofreciéndole enteramente dicha Compañía y pidiéndole su destrucción antes de que pudiera establecerse en contra de su santa voluntad; pidiendo para ella por las súplicas de la Santísima Virgen, Madre y guardiana de dicha Compañía, la pureza de que tiene necesidad. Y viendo cumplidas en la Santísima Virgen las promesas de Dios a los hombres, y en la realización del Misterio de la Encarnación cumplido el voto de la Santísima Virgen, pedí para la Compañía esa fidelidad por los méritos de la Sangre del Hijo de Dios y de María y que Él mismo fuese el lazo fuerte y suave de los corazones de todas las Hermanas, para honrar la unión de las tres divinas Personas. Y por lo que a mí personalmente se refiere, puse entre las manos de la Santísima Virgen la resolución que haya de tomar…” (C. 121).

Oración

Por intercesión de María, Madre de Jesús y nuestra Madre, concédenos la gracia de vivir abiertos y dóciles a tu voluntad. Haz que seamos cada día testigos de tu Caridad, impulsados por el Amor ardiente del Corazón de tu Hijo y llenos del fuego y la fuerza de tu Espíritu.

(Música)

Luisa pide a Vicente que la Compañía se consagre a María y la tome como Única Madre:

“Mi muy Honorable Padre: No me he atrevido a manifestar a su caridad, en nombre de toda la Compañía de nuestras Hermanas, que nos consideraríamos muy dichosas de que nos pusiera mañana en el santo altar bajo la protección de la Santísima Virgen, ni a suplicarle que nos alcance la gracia de que podamos reconocerla siempre como nuestra única Madre, puesto que su Hijo no ha permitido hasta el presente que nadie usurpase ese nombre en acto público. Le pido esta aprobación por amor de Dios y la gracia de hacer por nosotras lo que tendríamos que hacer, y haremos, si su caridad lo aprueba y nos lo enseña (C. 662).

En la Conferencia del 8 de Diciembre de 1658, Vicente de Paúl, accediendo al deseo de Santa Luisa, pronuncia esta oración:

“Puesto que esta Compañía de la Caridad se ha fundado bajo el estandarte de tu protección, si otras veces te hemos llamado Madre nuestra, ahora te suplicamos que aceptes el ofrecimiento que te hacemos de esta Compañía en general y de cada una de nosotras en particular. Y puesto que nos permites que te llamemos Madre nuestra y eres realmente la Madre de misericordia, de cuyo canal procede toda misericordia, y puesto que has obtenido de Dios, como es de creer, la fundación de esta Compañía, acepta tomarla bajo tu protección” (SVP IX, 1148).

(Música)

El día 12 de marzo de 1660 pide la Comunión y se prepara, con gran fervor y alegría, para recibirla al día siguiente. El párroco de San Lorenzo, le administra el Sacramento y le pide que bendiga a sus Hijas.

Entonces, la señorita Le Gras pronuncia estas palabras, que les deja como testamento y última voluntad:

“Mis queridas hermanas, sigo pidiendo para ustedes a Dios su bendición y le ruego les conceda la gracia de perseverar en su vocación para que puedan servirle en la forma que Él pide de ustedes.

Tengan gran cuidado del servicio de los pobres y sobre todo de vivir juntas en una gran unión y cordialidad, amándose las unas a las otras, para imitar la unión y la vida de Nuestro Señor. Pidan mucho a la Santísima Virgen que sea Ella su única Madre” (E. n. 302).

Conclusión

Así el 15 de marzo de 1660 no es la muerte de Luisa sino más bien la manifestación de la plenitud de su vida. Su primer biógrafo nos ha dejado constancia de un fenómeno producido en torno a la sepultura de Luisa de Marillac en la parroquia de San Lorenzo.:

“De cuando en cuando sale de su tumba como un dulce vapor que expande un olor semejante al de la violeta y el lirio; de lo cual hay gran número de personas que pueden dar testimonio. Y lo que es más sorprendente es que las Hijas de la Caridad que vienen a orar sobre su tumba, vuelven a veces tan impregnadas de este olor, que lo llevan consigo a las hermanas enfermas en la enfermería de la casa. Podría yo añadir el testimonio de la experiencia que tengo hecha de ello varias veces, si ello fuera de algún valor en esta circunstancia; y podría decir que, después de haber tomado todas las precauciones posibles para examinar si esto no será efecto de alguna causa natural, no he podido descubrir ninguna a la que se le pueda atribuir”.

Luego Nicolás Gobillón nos invita a comprender la significación de este fenómeno:

Pero de cualquier naturaleza que sea el olor que se desprende del sepulcro de esta sierva de los pobres, sale uno enteramente espiritual de los ejemplos de su vida, más precioso que todos los perfumes, que es una obra maravillosa de la gracia y la señal más gloriosa de su santidad. Es ese verdadero perfume que penetra el corazón de sus hijas y que es para ellas un atractivo tan dulce y tan poderoso para comprometerlas en su imitación. Es ese perfume que embalsama todas las parroquias y a todos los pastores para inspirarles el amor y el cuidado de los pobres. Es, finalmente, ese perfume que no sólo se derrama sobre la tierra en la Iglesia de Dios, sino que ha subido hasta su trono y él lo ha recibido como un sacrificio agra-dable” (N. GOBILLON, o.c., p. 185-186).

El perfume de violetas y lirios perdura y se extiende en las Hijas de la Caridad. Luisa ha promovido la formación integral de cuantas iban llegando a la Compañía. Les ha ayudado a discernir la autenticidad de su vocación: entregarse totalmente a Dios y servirle en los pobres. Ha animado su vida de oración. Ha sostenido su entrega cuando van apareciendo las dificultades en el servicio a los pobres. Ha creado un verdadero clima de familia entre las hermanas. Ha intervenido decisivamente para que la Compañía posea el marco jurídico apropiado, pidiendo que esté bajo la dirección del Superior general de la Congregación de la Misión. Y, sobre todo, ha inculcado a sus Hijas el verdadero espíritu de la Caridad, insistiendo en la excelencia del servicio a los pobres.

(Música)

Escuchemos el testimonio de Vicente de Paúl sobre santa Luisa como si nos hablara directamente a nosotros:

“Sí, es un cuadro que poseemos y al que tenéis que mirar como un prototipo que os tiene que animar a hacer lo mismo…, acordándoos de cómo tendía en todas las cosas a conformar sus acciones con las de Nuestro Señor. Hacía lo que dice san Pablo: «No soy yo el que vivo, sino Jesús el que vive en mí». De esa manera, intentaba hacerse semejante a su Maestro por la imitación de sus virtudes. ¡Ved qué cuadro! ¿Y cómo vais a utilizarlo? Procurando conformar vuestra vida con la suya. ¡Qué hermoso cuadro, Dios mío! ¡Qué humildad, qué fe, qué prudencia, qué buen juicio, y siempre con la preocupación de conformar sus acciones con las de Nuestro Señor! La invitación del señor Vicente me parece de permanente actualidad: “Nos queda ahora hacer de ella un modelo” (SVP IX, 1232).

(Del Eco nov-dic 2014 – Santa Luisa:Sigo pidiendo para ustedes a Dios su bendición”, Padre Corpus Delgado, cm)

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