“De todo corazón te damos gracias, Señor”

Est 4, 17ss; Sal 137; Mt 7, 7-12.

La liturgia del día de hoy nos propone, por una parte, en el salmo, la actitud del agradecimiento. El salmista ha experimentado, y por eso da gracias “de todo corazón”, por la escucha… por el amor y la verdad de parte de Dios. En este agradecimiento se expresa una certeza: Dios escucha al orante. Y por otra, el evangelio nos invita a pedir, buscar y tocar (v.7), con una certeza, (v.8) el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre. El conjunto de estos tres verbos, describen un proceso de discipulado. Describe a la persona que, después, de afanarse en pedir por sus necesidades, reconoce que su satisfacción personal no se encuentra en ningún bien material, y se abandona a Dios, reconociéndole como su única necesidad.

De ante mano, no se trata de pedirle a Dios, sino de saberse necesitado de Dios. Por eso, lo buscará, será insistente, discerniendo la voluntad del Padre, lo estará buscando y descubrirá que ésta, también es su única necesidad. Su búsqueda consistirá en un constante tocar y llamar a las “puertas de la misericordia”. De tal manera, que pedir, buscar y tocar consiste en una disposición interior, en un acto de discernimiento, acto de abandono. La respuesta de Dios no se hace esperar, se recibe “hoy” se encuentra “hoy” porque Dios siempre se está dando. En esta lógica religiosa no se puede pedir lo que ya se dio, Dios es “puro don”. Muchas necesidades puedes tener tú, pero al único que necesitas experimentar es a Dios.

Y tú, ¿qué pides, buscas y tocas?

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Rubén Darío Arnaiz, C.M.