Desde los ojos de san Vicente, los estudiantes de Adamson «dejan una marca»

por | Oct 5, 2016 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Todavía es algo vívido en mi mente. Vi a un hombre con una taza en la mano una tarde, mientras hacía mi camino a casa después de un día largo y agotador. Sus ojos estaban tristes. Su piel, marcada con contusiones. Sus ropas estaban hechas jirones. Extendía su taza vacía a los transeúntes, con la esperanza de conseguir alguna moneda suelta o alimentos. Algunos le miraban con suspicacia; otros, rebuscaban algo en sus bolsillos y lo tiraban a su taza vacía. Este hombre me era familiar. Al pasar junto a él, las palabras escaparon de su boca. «Anak, pangkain lang». El lugar estaba lleno del ruido de la gente que pasaba y los coches tronaban fuertes como tambores; sin embargo, claramente escuché sus ruegos. Resonó el sonido de un padre hablando sinceridamente a su hijo. Lo miré. Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, una mezcla de emociones brotaron de mi corazón. ¿Cuánto tiempo llevaba aquí pidiendo? ¿Cuándo fue la última vez que comió?

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De niño, mi madre me enseñó el valor de compartir lo que tengo con los necesitados. Después de oír misa en la iglesia de Baclaran, veía a los niños en la calle, no con juguetes, sino con guirnaldas hechas con sampaguita [una flor] para venderlas a un precio moderado. En mi mente inocente, miraba a los ojos de mi madre y ella me devolvía una sonrisa amable, que era la señal de aprobación para ir. Tomaba una moneda del bolsillo y se la daba a la niña. La niña extendía sus manos delgadas, agradeciendo mi sencillo presente; no podía olvidar cómo sus ojos se iluminaban con agradecimiento y deleite.

En cualquier circunstancia que me encuentro, con cualquier tipo de personas con las me relaciono, siempre dedico un momento a mirar a sus ojos. En esos momentos frugaces en mi vida ordinaria, me he dado cuenta de que los ojos son en verdad una ventana al alma. Nos hablan con palabras no dichas. Expresan emociones que habitan en el rincón más profundo del corazón de una persona. Comunican lo que las palabras no pueden expresar. Y en ese simple acto, se imprimía en mí la imagen del hombre mendigando en las calles, los ojos de mi madre que me daba su sonrisa más dulce, y la alegría de esa chica cuando le di mi moneda, después de la misa en la Iglesia de Baclaran.

La imagen de san Vicente de Paúl está presente en todos. Cuando elegimos tomar un camino diferente y miramos a las circunstancias con un corazón como el de san Vicente, fluye del corazón una perspectiva diferente. San Vicente, en su vida sencilla, ha tocado las vidas de nuestros antepasados y continúa tocando la vida de la generación actual. En su dedicación a la caridad, desinteresadamente ofreció lo mejor de sí mismo a los demás, incluso cuando eso significaba renunciar a cuestiones que eran importantes para él. Esta es la verdadera esencia de ver a la gente desde los ojos de San Vicente: reconocer el mensaje de la caridad como inspirado por él. Y a través de eso, estaríamos capacitados para extender nuestra mano y ofrecer lo que es bueno y beneficioso para los demás.

En los ojos caritativos, en el corazón que ayuda, en la imagen de bondad, San Vicente de Paúl realmente forjó una imagen notable. Algo que no es aplicable a él solo, sino algo que también podemos practicar en nuestra vida diaria. Mas el verdadero mensaje de su vida se acoge mejor cuando elegimos para dar un paso más allá de la bondad ordinaria y caminamos esa milla extra para reforzar los valores nobles y actitudes que San Vicente de Paúl ha mostrado.

En los días futuros, seguramente te encontrarás con las mismas personas que yo he conocido en mi vida: el hombre con hambre en las calles, los ojos llenos de amor de mi madre y la niña que camina vendiendo sampaguita. Todos compartimos una vida ordinaria. Pero la vida en sí misma es extraordinaria a través de los caminos que elegimos para tomar. Los insto a seguir las huellas de San Vicente de Paúl.

Alexius Bantotoes estudiante de Gestión Financiera en la Universidad Adamson de Filipinas. Este texto ganó el 1er premio en el recién concluido Concurso de Ensayo Vicenciano, con el tema «#YoSoyVicente. Vine a este mundo para dejar una marca».

POST SCRIPT (ed.)
«Vine a este mundo a dejar una marca»
Este fue el tema de la celebración de la fiesta de san Vicente de Paúl en la UNiversidad Adamson en Filipinas. Incluía un concruso de ensayo y otro de arte. Gracias a Pam Mantuhac por compartir todo esto con la Familia Vicenciana.
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