“Canten hoy, pues nacéis vos,/los ángeles, gran Señora,/ y ensáyense, desde ahora, /para cuando nazca Dios”.

Miq 5, 1-4; Sal 12, 6; Mt 1, 18-23.

Alégrate, corazón, hoy celebramos la Natividad de la Virgen María. Ya se ha asomado el alba y tenemos con nosotros la prenda y anuncio de la venida del sol. “La sombra se retira ente la llegada de la luz y la gracia sustituye a la letra de la Ley”. (S. Andrés de Creta). Si todo lo relativo a Jesucristo nos interesa, ¿cómo no nos va a interesar aquella que lo dio a luz?

Hoy festejamos su natalicio. Una niña se nos ha dado. Dioslamodelósegún la imagen de su Hijo. Y, como buen arquitecto, no ha permitido que el enemigo entrara en esta morada. Déjenla que crezca ante Dios y entre los suyos, y pronto dará un Sí tan asombroso que la Palabra se hará carne de su carne. Y ella le dará cobijo, código genético, amor, alimento y habla. Y dará vida al que es nuestra Vida y le enseñará a andar al que es nuestro Camino. ¿Cómo nos va a extrañar que la Iglesia fuera introduciendo esta fiesta entre las alegres fiestas de su calendario? Pocos años después del Concilio de Éfeso, la iniciaron los cristianos de Siria y, en pocos siglos, se propagó a la mayoría de las comunidades. Y nosotros hoy alabamos a Dios como aquellos antiguos cristianos y le damos gracias por ofrecernos a la Virgen María y, sobre todo, por Aquél que por ella vino a traernos redención y vida nueva, y que nos la dio como madre.

¡Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros!

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.