Desde un punto de vista vicenciano: la escucha

por | Jul 28, 2016 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones

¿Reservas libros que dices vas a leer cuando llegue la oportunidad? Yo trato de hacerlo durante el verano. Hay, por supuesto, novelas ligeras, que selecciono por placer culpable, pero también hay algunos que creo que serán interesantes y educativos —a menudo libros que han sido recomendados por personas en las que confío—. En este momento tengo cinco libros de este tipo. He demostrado mi compromiso con esta tarea porque tengo una copia en papel de uno, y me he descargado los otros cuatro en mi ipad. Por lo tanto, están listos para ser leídos cuando yo esté listo para leer. Ahora, tengo que hacerlo.

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Un libro que ha estado en mi lista desde hace tiempo, pero que apenas ahora empecé a leer (voy por la mitad), se llama “Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking” [Silencioso: El poder de los introvertidos en un mundo que no puede dejar de hablar], de Susan Cain. Como se puede adivinar por el título, se trata de (y es para) los introvertidos, y se centra en el elemento que considero una parte tan importante de mi carácter. Pienso en mí mismo como un fuerte introvertido que valora el silencio y su virtud hermana, la escucha. No voy a tratar hacer una revisión del libro, sino quisiera dirigir nuestros pensamientos a estos elementos del silencio y la atención.

La historia de Marta y María, que hemos escuchado en uno de nuestros recientes Evangelios dominicales, trae a mi mente este tema y sus lecciones. ¿Crees que Marta era una persona extrovertida y María una persona introvertida? ¿Crees que Marta prefería la acción y la toma de decisiones, mientras que María parecía querer más la calma y la reflexión? No quiero caricaturizarlas, pero esta es una de las cosas de sus personalidades que me llama la atención.

María emerge fácilmente como la oyente en esta historia —ha sido frecuentemente presentada como tal—. Jesús es un huésped en la casa de las dos hermanas. María se pone a los pies de Jesús y abre su mente y su corazón a sus palabras. Marta tiene otras preocupaciones:

Yendo ellos de camino, entró [Jesús] en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.» (Lc 10, 38-42)

La idea de sentarse a los pies de otro, en el mundo hebreo, daba a entender la superioridad del que hablaba. Entre las lecciones de esta historia está que a veces es demasiado fácil enredarse en las responsabilidades legítimas que suponen el hogar o la comunidad propia. La casa tiene que mantenerse ordenada, las comidas se han cocinar, y las cuentas deben ser pagadas; también hay que prepararse para el trabajo de uno. Hay mil cuestiones prácticas a las que siempre hay que atender. Pero también hay que reservar tiempo para la escucha respetuosa y atenta al otro, para reflexionar sobre la vida que llevamos, y para dar la bienvenida a otros en medio de nosotros.

Hemos de dar alguna indicación de que el otro es digno de ser escuchado y que el tiempo se reserve para él o ella (sin mirar el reloj, sin necesidad de concluir en un corto período de tiempo) y en un lugar apropiado sin distracciones (teléfonos, golpes en la puerta, programas de televisión…). El otro se convierte en el orador más importante del mundo para el anfitrión. Uno se pregunta con qué actitud pensó María sobre Jesús y cuánto le preocupó a todo lo que Él dijo. Sabemos, por supuesto, que el trabajo de Marta era importante e inevitable, pero éste nunca debe abrumar a la opción de ser María para el otro. Se podría decir que Marta estaba llevando a cabo las tareas de hospitalidad, pero también se podría decir que no menos que María. Uno no acoge a un invitado y luego ignora su presencia.

En uno de los documentos de la Iglesia, hay un párrafo útil sore el estar atentos el uno del otro:

«La escucha es uno de los ministerios principales… sobre todo con quien se siente aislado y necesitado de atención. Porque, en efecto, escuchar significa acoger al otro incondicionalmente, darle espacio en el propio corazón. Por eso la escucha transmite afecto y comprensión, da a entender que el otro es apreciado y que su presencia y su parecer son tenidos en consideración». (Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, El servicio de la autoridad y la obediencia, 20a)

El silencio que ofrecemos en un diálogo no está vacío, sino es la apertura que prepara para recibir la riqueza del otro que puede ser compartida. Afirmamos el valor mutuo. Es un regalo de amor.

El silencio y la escucha son formas en las que conectamos con la introversión que es parte de cada uno de nosotros. La capacidad de prestar atención fortalece nuestra oración, nuestro crecimiento, nuestras comunidades, y a aquellos a quienes servimos. Buscamos esta bendición de acompañamiento a los pies del Señor y los unos a los otros. Es una de las lecciones que María enseña hoy.

P. Patrick J. Griffin, CM

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