“Curen enfermos, resuciten muertos, echen demonios…”
Os 11, 1-4.8-9; Sal 79,2-16; Mt 10, 7-15.
Así lo hizo “el Pelao” con su amigo, Juan Havana, rapero popular en Suecia, hijo de emigrados chilenos, pandillero y vendedor de drogas, y lo que usted quiera añadir. Regresado a Chile, un día le preguntó su abuelita: ¿Crees en Dios? Y Juan le respondió: Abuela, yo no me creo todo lo que cuentan las películas. Poco después conoció al “Pelao”, de dos metros de estatura y quince años mayor que él. También había estado en la cárcel, en drogas y demás. Una noche, a las cuatro de la mañana se presentó en la casa de Juan. Y le dijo a su padre: “Vengo a por su hijo. He dejado los negocios, he encontrado a Dios y quiero que mañana me acompañe a una iglesia, a las diez y media de la mañana”. “Mañana te quiero afeitadito, duchadito y bien trajeado en la puerta de la iglesia… –insistió el matón.
¿Por qué?, replicó Juan. –“Porque voy a hablar y necesito que estés a mi lado escuchando lo que digo”.
Juan tenía 22 años y era la primera vez que pisaba una iglesia. Ya en el templo y ante la comunidad, “El Pelao” dio su testimonio de cómo se había convertido. Luego añadió: “Aquí he traído a mi amigo… Jesucristo dijo que todo lo que pidamos en su nombre se nos concederá. Vamos a rezar por él…”. Así lo hicieron los presentes durante un largo rato.
“No pude evitarlo –dice Juan– rompí a llorar en público, algo que no había hecho nunca, y empecé a sentir en mi corazón, por primera vez en mi vida, el amor: un amor intenso, fuerte, que nunca había sentido. Sentí a Jesús al lado mío, como si me diera un beso en el fondo del alma. Fue una reacción espiritual y física tan intensa, tan hermosa y tan fuerte que estuve a punto de desmayarme”. Al acabar la oración, El Pelao le propuso: ¿Sabes, qué, hijo? Empecemos de nuevo. “Hice un pacto con Dios, dice Juan: ‘Ya no te daré la espalda nunca más’. Y mi vida cambió radicalmente”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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