Generosidad eucarística y sacerdotal

por | May 25, 2016 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 1 comentario

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Muriendo en la cruz, Jesús consuma su generosidad.  Así es constituido el más compasivo de todos, y el solo y supremo mediador entre Dios y nosotros.

¡Qué admirable la generosidad de nuestro Señor Jesucristo!  Siendo rico, se hace pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza.  Y seguramente, no puede haber generosidad más grande que la del que da la vida por los pecadores, a quienes él toma por amigos.

Queda muy asombrosa, sí, la generosidad de Jesús porque, a pesar de su condición divina, se vacía de sí mismo y se rebaja, sometiéndose incluso a una muerte ignominiosa.  Realizando el sacrificio supremo, es proclamado el verdadero sumo Pontífice.  Dice Heb 2, 10:

Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación.

Aquí se nos da a entender además que nuestro sumo sacerdote es capaz de compadecerse  en nuestros sufrimientos y debilidades, pues ha sido probado exactamente como nosotros en todo, menos en el pecado.

De verdad, la generosidad y la compasión forman parte del rasgo distintivo del sacerdocio del que «ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para Dios su Padre».  También las supone el modo de vida cristiano.

Los con poca fe, confianza, generosidad y compasión nos inclinamos a reaccionar como los Doce que piden a Jesús:  «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado».  Él no quiere que reaccionemos así.  Nos alienta y quiere que tengamos confianza.  Por eso, contesta:

Dadles vosotros de comer.

Luego, nos muestra Jesús la maravilla grande que resulta de la generosidad y la compasión de quienes comparten lo poco que tienen para su propio sustento.

Los que participamos todos del sacerdocio de Jesús nos acreditaremos por nuestra compasión y nuestra disponibilidad a convertir nuestra extrema pobreza en derroche de generosidad.  Así se acreditaron los primeros cristianos de Macedonia.  Dice san Gregorio Magno que un distintivo del hombre justo es que, aun en medio de sus tribulaciones, no deja de preocuparse por los demás.

No sea que acojamos con generosidad a los pobres, resultará sacrílega nuestra proclamación de la muerte del Señor.  Quienes comen y beben sin reconocer el cuerpo del Señor en los pobres, se comen y se beben su condena.

Señor Jesús, haz que seamos  dadores generosos y alegres. Concédenos la luz de la fe que nos haga percibir tu presencia real en los pobres (SV.ES XI:725).

29 de mayo de 2016
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (C)
Gen 14, 18-20; 1 Cor 11, 23-26; Lc 9, 11b-17

1 comentario

  1. Luz

    Felicidades al superior General Padre Gregorio por un año más de aniversario al servicio de los pobres, y la familia Vicentina!!

    Responder

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