“En efecto, el Reino de los cielos se parece a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña…”

Ez 34, 1-11 | Sal 22 | Mt 20, 1-16.

El cuadro que Jesús pone frente a sus oyentes, refleja el contexto social de aquellos trabajadores, en el que se sienten plenamente identificados. Si miramos nuestra realidad, seguramente nos sentiremos identificados de la misma forma pues como en aquel tiempo ahora también hay muchos desempleados que esperan ser contratados día con día.

Una vez más Jesús rompe con la lógica esperada de aquellos hombres quienes son contratados a diferentes horas del día al escuchar que recibirán el mismo pago no importando las horas que hayan trabajado. El empleador es el Padre misericordioso que sale a buscar obreros para su viña en cinco ocasiones y decide hacer el pago comenzando con los últimos, quienes trabajaron solamente una hora. Los primeros crean falsas expectativas pues desde sus esquemas creen que recibirán más. La realidad es que Dios nuestro Padre es bueno para con los pequeños, los jóvenes, lo adultos, los ancianos. A todos da su Amor y su perdón. La pregunta es: ¿qué hacemos con esa relación que Dios quiere establecer con nosotros?

Dios nos busca en diferentes etapas de nuestra vida para ofrecernos su Amor. Sus pensamientos no son nuestros pensamientos. Él no nos hace ninguna injusticia al decirnos que a todos nos ama por igual. Al final de nuestra jornada, Dios no mirará cuanto acumulamos en bienes, horas de trabajo, si no, cuánto amamos.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Israel C. Alba Romero, C.M.