Pastor atento y protector es Jesús; no tememos aunque caminemos por cañadas oscuras.
Son uno Jesús y el que lo ha enviado para ser Pastor de todo el rebaño. De esa unión depende el éxito del Pastor.
La intimidad entre el Padre y Jesús es la base de la intimidad entre Jesús y sus seguidores: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen». Tales ovejas intuyen la voluntad del Pastor. Haciendo la voluntad del Maestro y colaborando en su misión quedan alimentados los discípulos. Se asemejan al Maestro quien les asegura:
Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.
Así de sintonizados con su Maestro, los discípulos comprenden lo que él quiere decir cuando se les llama la atención a «los campos, que están ya dorados para la siega». Por eso, los rechazados en Antioquía de Pisidia llegan a entender que el Señor los está enviando a los gentiles.
Los con la mentalidad de Cristo no se encierran con obsesión en unas pocas ideas, por utilizar una frase en AL 139. Se abren a otro campo de misión, dándose plena cuenta de que tienen que ir y hacer discípulos de todas las naciones, razas y lenguas.
Son inventivos también, lo que queda patente en las obras y las palabras de san Vicente de Paúl. El santo no solo les recuerda a los misioneros su vocación de ir por toda la tierra (SV.ES XI:553). También se muestra bien creativo pensando en otras puertas que se le abrirán al cerrársele unas debido a su edad (SV.ES XI:57).
Nos desafía además a abirnos a la novedad. Contestando su propia pregunta: «¿Y quiénes serán que intenten disuadirnos de estos bienes que hemos comenzado?», dice san Vicente:
Serán gentes comodonas, … personas que no viven más que en un pequeño círculo, que limitan su visión y sus proyectos a una pequeña circunferencia en la que se encierran como en un punto, sin querer salir de allí; y si les enseñan algo fuera de ella y se acercan para verla, enseguida se vuelven a su centro, lo mismo que los caracoles a su concha. (SV.ES XI:397)
Ningún rechazo, ninguna limitación, les impide a los formados por el Pastor supremo. Sin contemplaciones protestan contra cuantos los rechazan y limitados se encomiendan al que supera a todos.
Aun cuando les parezca que todos sus esfuerzos están a punto de perderse, los verdaderos discípulos todavía están ciertos de que recibirán vida eterna del que entregó su cuerpo y derramó su sangre, que jamás perecerán, que nadie los arrebatará de la mano de su Pastor.
Pastor eterno, protégenos de los lobos rapaces y los mercenarios poco fiables.
17 de abril de 2016
4º Domingo de Pascua (C)
Hech 13, 14. 43-52; Apoc 7, 9 14b-17; Jn 10, 27-30
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