Federico Ozanam: El tiempo de las decisiones (1836-1840)

por | Oct 4, 2015 | Santoral de la Familia Vicenciana | 0 comentarios

Tomado de la introducción de la obra Correspondencia de Federico Ozanam. Tomo I. Cartas de juventud (1819-1840), con permiso del autor.

correspondencia-ozanan-tomo-1-renderEl 4 de septiembre de 1836, Federico parte hacia Lyon a encontrarse con su familia, con quienes pasa tres semanas de vacaciones en Oullins, cerca de Lyon. Los tres hermanos Alphonse, Federico y Charles (de 11 años de edad en aquel momento) hacen varias excursiones cortas, a pie. Alphonse y Federico vuelven a visitar a los señores de Lamartine en su castillo de Saint-Point, al igual que ya hiciera Federico en 1834.

En octubre de 1836 Federico se implica en el desarrollo de una naciente conferencia de San Vicente de Paúl en Lyon, que se estableció con 12 miembros. Se reúnen todos los martes, a las 8 de la tarde, en casa de su amigo Chaurand. Al principio son mirados con recelo, pero los prejuicios desaparecen pronto; así se lo cuenta a su amigo Pessonneaux:

Tendríamos necesidad de vosotros para fortificar una empresa ahora naciente: la propagación de la Sociedad de San Vicente de Paúl y el establecimiento de una conferencia en Lyon. […] Algunas personas piadosas, e incluso personas graves, se han asustado, han creído, han dicho que una cábala de jóvenes lamenesianos, que habían conseguido imponer al abate Lacordaire sobre el arzobispo de París, querían establecerse en Lyon, que ellos habían solicitado a todas las Hermanas de la Caridad de la ciudad para establecer listas de pobres, que eran al menos treinta, que había entre ellos los que ni siquiera son cristianos, que iban a desacreditar todas las obras de caridad por la mala manera de practicar la suya, etc., etc… Alphonse ha procurado calmar un poco esas recriminaciones; yo he hecho mis esfuerzos por mi parte. Siguiendo los consejos de nuestro reglamento, nos hemos hecho pequeños y humildes; hemos manifestado nuestras inofensivas intenciones, nuestro respeto por las otras obras, y ahora no se dice ya nada contra nosotros[1].

— – —

Federico se cuestiona seriamente la orientación de su vida. Tiene miedo a tomar decisiones; incluso se plantea si Dios puede estar pidiéndole entrar en la vida consagrada. Toda esta época es un tiempo de incertidumbre que se ve reflejada en numerosas comunicaciones a familiares y amigos, a lo largo de la correspondencia. Así, le escribe a su primo Henri:

Tengo más miedo que nunca a toda decisión, a toda determinación sobre la que no se pueda dar marcha atrás. La ausencia de toda vocación y los deseos contrarios de vocaciones diversas se hacen sentir en mí más que nunca[2].

Por otra parte, se siente poco motivado por el trabajo en el ámbito de las leyes:

El camino más próximo, el de las leyes, se me presenta poco seductor[3].

A finales de marzo de 1837, Federico regresó a París para preparar su doctorado en Letras. Escribe para la revista l’Univers, con cuya remuneración puede sobrevivir.

A comienzos de mayo, su padre le avisa de la muy mala salud de su madre, instándole a volver a Lyon[4]. La fatalidad hace que, solo unos días después (el 12 de mayo), sea su padre quien muera accidentalmente; de inmediato parte Federico hacia Lyon, en donde permanecería durante dieciocho meses, dejando en suspenso su preparación del doctorado en Letras.

En Lyon ejerce como abogado: «Este año he defendido alrededor de doce casos»[5]; pero se siente totalmente incómodo en esta profesión: «Esta clase de vida me irrita demasiado; casi siempre vuelvo del tribunal muy profunda y moralmente herido; ya no puedo resignarme ni a ver el mal ni a sufrirlo»[6]. No obstante, está obligado a continuar en el ejercicio del Derecho por su falta de recursos materiales: «Estoy muy lejos de querer abandonar una profesión que, en las circunstancias actuales, necesito más que nunca. Me veo, incluso, obligado a suplir la escasez de sus resultados buscando recursos en otras partes»[7]. Estos recursos suplementarios incluyen la publicación de artículos; así, por ejemplo, entre septiembre y octubre de 1837 publicó en l’Univers dos artículos sobre los orígenes del Derecho francés[8]. También fue redactor de los Annales de la Propagation de la Foi desde 1838 hasta 1844. Mientras, la conferencia de Lyon continúa su actividad caritativa para con los desfavorecidos de la ciudad:

Visitamos setenta y cinco familias. […] Se han repartido 1.196 kilogramos de pan, 266 kilogramos de carne, mucha ropa y algunos libros, cuyos buenos efectos se hacen sentir. […] La visita de los pobres a domicilio sigue siendo nuestra obra principal[9].

El 15 de noviembre de 1837, al crecer el número de miembros, esta conferencia se dividió en dos: la conferencia Saint-Pierre y la conferencia Saint-François. Federico Ozanam fue elegido presidente del consejo central de Lyon el 11 de diciembre de 1837 y conservó ese cargo hasta el 17 de julio de 1839.

Federico deseaba alejarse de los pleitos y dedicarse a la enseñanza y al mundo de las letras. A comienzos de 1838, el consejo municipal de Lyon aprueba la creación de una cátedra de Derecho mercantil en la ciudad (hecha a la medida de Federico) y varios de sus familiares le recomiendan para dicha plaza; también escribe a varios amigos parisinos para que intervengan en su favor ante el ministro de Instruction Publique[10]. Hay muchos movimientos para entrar en la lista de candidatos:

El consejo municipal [de Lyon]solo espera la aprobación del presupuesto de la ciudad por el ministro del Interior, para proceder a la nominación de los candidatos. He hecho más de sesenta visitas, he visto a treinta y cuatro consejeros municipales. He removido todos los resortes de la intriga y, gracias a la bondad de mucha gente, he adquirido la casi total seguridad de que estaré en la lista. En cuanto sea fijada, en un mes o, tal vez, seis semanas, habrá que ir a remover la capital[11].

Pero el proceso es lento y penoso en Lyon, cuyo consejo municipal no puede presentar candidatos sin tener el presupuesto y la creación de la cátedra aprobada en París, por parte del gobierno.

Mientras, Federico trabaja en su tesis de doctorado en Letras y, por fin, en agosto de 1838 la tiene lista para su entrega. Se la envía a París a su amigo François Lallier para que pase de inmediato «la formalidad de la censura y la otra ceremonia, no menos interesante, de la impresión»[12]. A mediados de octubre parte a París, con la doble intención de doctorarse en Letras y afianzar su posición ante la cátedra de Derecho comercial en Lyon, cuyas gestiones seguían estancadas. A finales de 1838, el señor Delebecque, entonces ministro de Instruction Publique, le ofrece una cátedra de Filosofía en el colegio de Orleans. Sus amigos parisinos instan a Federico a que la acepte, pero él sigue en un estado de incertidumbre y duda:

El señor Bailly […] ha reflexionado sobre mis asuntos y consultado a personas influyentes, y su opinión es que yo acepte. Sin embargo, añade que haga mi reserva para la cátedra de Derecho mercantil, de modo que si soy nombrado por el consejo municipal [de Lyon], me sea posible aceptarla y dejar Orleans. El señor Pessoneaux piensa lo mismo. En cuanto a mí, me encuentro en una agitación de espíritu difícil de explicar. Me parece imposible seguir esos consejos, y sin embargo me parece temerario no seguirlos[13].

El 7 de enero de 1839 Federico defiende las tesis (una en latín y otra en francés[14]) de doctorado en Letras, superando la prueba «con todo el éxito posible»[15]. Apenas tres días después, preocupado por la salud de su madre enferma, parte hacia Lyon.

Por fin, en la sesión tenida a finales de enero de 1839, el consejo municipal de Lyon nombra a Federico candidato a la cátedra de Derecho mercantil, puesto que él prefiere a la cátedra de Filosofía en Orleans que le había ofrecido el ministro de Instruction Publique. Federico no quiere dejar a su madre, por eso opta por la cátedra en Lyon; se siente «obligado por mis deberes familiares a optar por la cátedra de Derecho de Lyon»[16].

Le escribe a Victor Cousin solicitando su aprobación y apoyo:

Yo optaría por la cátedra de Derecho mercantil, y pediría ser confirmado en un puesto en el que me será posible ser útil a mi país, sin dejar de serlo para mi familia.

Sin embargo, si el servicio público exigiera imperiosamente mi presencia en Orleans, e hiciese falta renunciar al beneficio de opción que se me concedió en principio, sé que existe el derecho de así ordenarlo, y la gratitud hará que obedecer sea para mí un deber.

[…] Sobre todo, me abandono, lleno de confianza, señor, a esa solicitud verdaderamente paternal con la que usted ha tomado tan vivamente mis intereses, incluso antes de que yo hubiera osado dárselos a conocer. Sea cual sea su manera de intervenir en la conclusión de este asunto, estoy seguro de que será para mi bien[17].

A primeros de julio, Federico parte hacia París, con dos propósitos: «acabar la impresión de mi libro y […] terminar con el asunto de mi plaza»[18]. El libro en cuestión es Dante et la philosophie catholique au XIIIe siècle, desarrollo de sus tesis doctoral, que se publicaría a finales de agosto. Y su plaza, la cátedra de Derecho mercantil de Lyon, que fue sancionada por el ministro de Instruction Publique el 8 de julio.

A mediados de agosto regresa a Lyon, con la intención de centrarse en su trabajo como profesor de Derecho, viviendo y cuidando de su anciana madre enferma, pero «sin privarme del todo de mis inclinaciones, poco afortunadas sin duda, pero obstinadas, hacia los trabajos filosóficos y literarios»[19]. La posibilidad de una pronta pérdida de su madre hace crecer con fuerza su inquietud vocacional:

Y para hablar con el corazón en la mano, […] al ver los desoladores progresos que hace la enfermedad de mi madre, cuando la posibilidad de una pérdida tan terrible se yergue ante mí, no veo ya motivo para mantenerme en una posición que solo el deber filial me hizo solicitar, y la incertidumbre de mi vocación se reproduce más inquietante que nunca. Encomiendo, a sus caritativas oraciones, ese mal interior que me hace sufrir desde hace tiempo, pues, si Dios tuviera a bien llamarme a Él, no veo ninguna milicia donde me fuera más grato servirle que esa donde está usted enrolado [en la orden dominica]. Más aún: me gustaría conocer con anticipación las condiciones, para ayudarme, con consejo de mi confesor, a tomar una decisión; la regla de los Hermanos Predicadores falta en nuestra biblioteca; ¿sabe usted cómo podría conseguirla? Prestaría usted un nuevo favor a quien ya le debe tantos[20].

Entretanto, la Sociedad de San Vicente de Paúl sigue creciendo en número de conferencias, socios y actividad: ya son casi mil, entre París y provincias.

La enfermedad de su madre se agrava a comienzos de agosto. Los hermanos Ozanam se reúnen alrededor de su progenitora, que sufre de intensos dolores y fiebre, le falla la vista, pierde la memoria y comienza a delirar. Recibe la unción de enfermos de mano de su hijo sacerdote, Charles-Alphonse, y fallece el 14 de octubre de 1839:

Un acceso de fiebre producido por la temperatura tormentosa en los primeros días de octubre […] nos indicó que su fin se hallaba próximo. Y, sin embargo, las facultades intelectuales y morales, que la enfermedad había abatido al principio, parecieron reavivarse; siempre que se le hablaba de Dios y de sus hijos, contestaba con palabras tiernas; comprendía muy bien la gravedad de su estado, y, a pesar de eso, permanecía tranquila, serena y, durante el sueño, una sonrisa se posaba sobre sus labios.

Las ayudas de la religión y los consuelos de la piedad filial rodeaban su lecho; se mostraba feliz por ello. Y así pasaron tres días y tres noches. La tercera noche estaba yo velándole cuando, pareciéndome que su respiración era más dificultosa, llamé a mi hermano mayor, que dormía en la habitación vecina. Mi hermano pequeño y los domésticos nos oyeron y se levantaron también. Nos reunimos todos al pie de su cama, y se le dijeron las últimas oraciones. Mi pobre hermano Alphonse le dio, llorando, la absolución con las indulgencias. […] No hubo ni convulsión, ni suspiros; solamente se dejó de sentir su aliento, que fue, poco a poco, debilitándose[21].

La pérdida produce un gran dolor en la familia. Federico, desconsolado, busca refugio en el trabajo:

Desde hace una semana trabajo mucho, pero el trabajo, si ocupa el espíritu, no puede nada con el corazón. ¡Ah! ¡Pide por mí al Señor que me envíe, como a sus discípulos, huérfanos también, el Espíritu que consuela, el Paráclito![22].

A comienzos de noviembre de 1839, el rector de la Académie de Lyon (el señor Soulacroix, su futuro suegro) propone a Federico que «se presente al ministro para suceder a Quinet el día que este deje su cátedra de Literatura extranjera [en Lyon], es decir, tal vez en unos seis meses»[23]. A Federico le agrada sobremanera la opción, y le escribe a su amigo Jean-Jacques Ampère para que, de manera extraoficial, intervenga para facilitar este posible nombramiento. Mientras, Ozanam prepara el curso de Derecho mercantil, que comenzaría el 16 de diciembre[24].

Federico sigue dándole vueltas a su estado de vida:

El padre Lacordaire estará de regreso dentro de algunos meses y entonces, si antiguas veleidades se convierten en vocación real, trataré de responder a ella. Es grande mi perplejidad; por todos los lados me hablan de matrimonio. Todavía no me conozco lo bastante como para decidirme. Aconséjame; tú conoces las responsabilidades y los consuelos de ese estado; tú conoces mi carácter y los antecedentes del que te consulta; dale, por favor, tu opinión con la misma franqueza que él usó contigo en otras ocasiones[25].

No obstante, en los meses venideros Federico va consolidando su vocación dentro del estado laical, e incluso comienza a hablar con sus amigos de posibles «futuras cargas familiares»[26]. Es consciente de la precariedad de su actual cátedra de Derecho, «subordinada a la buena voluntad de un consejo municipal cuyo mal humor puede un día, con un corte de presupuesto, privarme de medios de vida»[27]. Conociendo que, en breve, el señor Quinet dejará la cátedra de Literatura extranjera y sabiendo de las dificultades para poder acceder a la plaza[28], Federico pide ayuda y recomendación a sus amigos para acceder a dicho puesto, más estable y mejor remunerado. Por otra parte, solicita que se le dé categoría universitaria a su cátedra de Derecho mercantil en Lyon, aprovechando que Victor Cousin es ya ministro de Instruction Publique desde el 1 de marzo de 1840. Federico necesita estabilizar su situación económica, que es precaria:

Estoy aún con grandes problemas pecuniarios, alrededor de 3.000 francos de deuda a pagar de hoy en un año[29].

Aconsejado por el señor Soulacroix, a mediados de abril viaja a París para intentar avanzar en la resolución de estas cuestiones ante el señor ministro, además de para realizar otros trámites literarios. Allí se encuentra con viejos amigos de la universidad y de la Sociedad de San Vicente de Paúl, con quienes celebra la Semana Santa. El lunes de Pascua, 20 de abril, desayuna con el ministro Victor Cousin, quien desanima a Federico a presentarse como sustituto del señor Quinet. Sin haber conseguido todo lo que deseaba, Federico regresa a Lyon a principios de mayo para continuar impartiendo su curso de Derecho mercantil. El rector Soulacroix sigue intercediendo en favor de Federico y consigue aliviar sus problemas económicos, al solicitar a la cámara de comercio de Lyon, y aprobarse, un aumento del sueldo de Federico, de 2.500 a 4.000 francos, «un salario de profesor de facultad»[30].

En mayo había comenzado a preparar oposiciones a cátedra universitaria:

He comenzado al mismo tiempo a preparar las oposiciones a cátedra, cuyas materias amplias y difíciles me desaniman con frecuencia. Sea como sea, me encuentro contento de verme obligado de una vez a resumir mis estudios literarios y de integrar, en un cuadro completo, los conocimientos recogidos hasta ahora al azar. Es algo así, para mí, como la fábula del labrador y sus hijos. Si me faltan las fuerzas, y no puedo presentarme a las oposiciones, o si en ellas fracaso del todo, me quedará, al menos, lo que he estudiado; no se encontrará el tesoro, pero la tierra quedará removida[31].

Así, en septiembre, vuelve a París a presentarse a las oposiciones, con el miedo de no estar suficientemente preparado y dudando «si arriesgar, por una candidatura mal defendida, la pérdida de esa especie de consideración con la que me han honrado los señores profesores de la Sorbona»[32]. Pero el resultado de las oposiciones no puede ser mejor: «Ya se ha dado la sentencia. He sido nombrado el primero»[33].

Pocos días después, el 9 de octubre, Federico es nombrado profesor suplente para la cátedra de Literatura extranjera en la Sorbona, cuyo titular era el señor Claude Fauriel. Se le encarga dar un curso de Literatura alemana en la Edad Media y, para prepararlo, realiza un viaje por «las orillas del Rin, teatro de toda esa poesía bárbara, germánica y franca, a cuyo estudio voy a dedicarme»[34]. Después de este viaje, de algo más de una semana de duración, regresa directamente a Lyon para, «después de cinco semanas de negocios y de trabajo»[35], retornar a París y radicarse allí.

Entre finales de octubre (regreso a Lyon) y finales de noviembre (esponsales con Amélie Soulacroix), apenas dos pequeñas cartas dirigidas al abate Noirot[36] y al señor Soulacroix[37] nos informan del importante episodio del compromiso de Federico con la señorita Amélie, hija del rector. La boda quedaría fijada para junio del año siguiente.

En ninguna carta anterior se entrevé siquiera que la pareja hubiese comenzado una relación, que se mantuvo como un «pequeño secreto de familia»[38]. Federico se muestra feliz al comunicar la noticia a algunos amigos escogidos:

¡Cuánto que contarte, y cómo esa cruel cuestión de la vocación, tanto tiempo incierta, ha tomado cuerpo de repente! Al mismo tiempo que la Providencia me llama hacia el terreno resbaladizo de la capital, parece querer darme, a cambio, un ángel custodio para consolar mi soledad; parto dejando concertada una alianza que se concluirá a mi vuelta. […] Me encontrarás muy tiernamente cautivado; no lo oculto, a pesar de que algunas veces no puedo evitar reírme yo mismo de ello. Creía tener el corazón más hecho de bronce…

Me verás feliz: será para compensar la parte que tuviste tantas veces en mis dolores…[39].

El 18 de diciembre de 1840 llegó Federico a París, para comenzar sus labores como profesor suplente de la cátedra de Literatura extranjera, y comprometido con Amélie, con quien mantendría una copiosa relación epistolar en los meses venideros.

Su vida se iba encaminando después de muchos meses, e incluso años, de incertidumbres y problemas.

 

Autor: Francisco Javier Fernández Chento
Editor de la correspondencia completa, en español, del beato Federico Ozanam

 

Notas:

[1]      Carta 157: a Henri Pessonneaux, del 21 de octubre de 1836.

[2]      Ibid.

[3]      Carta 159: a François Lallier, del 5 de noviembre de 1836.

[4]      Cf. Carta 176: a Alexandre Dufieux, del 4 de mayo de 1837.

[5]      Cf. Carta 190: a François Lallier, del 5 de octubre de 1837.

[6]      Ibid.

[7]      Ibid.

[8]      Cf. Galopin, pp. 68-69.

[9]      Carta: 196: Informe a la asamblea general de la Sociedad de San Vicente de Paúl, del 8 de diciembre de 1837.

[10]    Ver numerosas cartas escritas a partir de enero de 1838.

[11]    Carta 201: a François Lallier, del 7 de febrero de 1838.

[12]    Carta 216: a François Lallier, del 1 de agosto de 1838.

[13]    Carta 228: a su madre, del 17 de diciembre de 1838.

[14]    Respectivamente, De frequenti apud veteres poetas heroum ad inferos descensu (Sobre el tópico del descenso a los infiernos de los héroes en las obras de los antiguos poetas) y Essai sur la philosophie de Dante (Ensayo sobre la filosofía de Dante). Federico dedicó la tesis latina a la memoria de su padre y la tesis francesa a Lamartine, Ampère y a Noirot.

[15]    Carta 232: a Ernest Falconnet, del 7 de enero de 1839.

[16]    Carta 238: a François Lallier, del 22 de febrero de 1839.

[17]    Carta 235: a Víctor Cousin, del 2 de febrero de 1839.

[18]    Carta 249: a Amand Chaurand, del 17 de julio de 1839.

[19]    Carta 255: a Henri-Dominique Lacordaire, del 26 de agosto de 1839.

[20]    Ibid.

[21]    Carta 262: a Henry Reverdy, del 10 de noviembre de 1839.

[22]    Ibid.

[23]    Carta 263: a Jean-Jacques Ampère, del 18 de noviembre de 1839.

El señor Edgar Quinet era titular de la cátedra de Literatura extranjera en Lyon, pero en la fecha de esta carta se oían rumores de su traspaso al Collège de France, en París, hecho que no llegó a suceder hasta el año 1841.

[24]    Cf. Œuvres, t. XI, pp. 383-410. El curso de Derecho mercantil que acababa de iniciar Ozanam solo duró un curso escolar.

[25]    Carta 267: a François Lallier, del 25 de diciembre de 1839.

[26]    Carta 271: a Jean-Jacques Ampère, del 21 de febrero de 1840.

[27]    Ibid.

[28]    El señor Quinet recomienda a otra persona (el señor Fortoul) y no ve con buenos ojos a Ozanam.

[29]    Carta 275: a Henri Pessonneaux, del 1 de abril de 1840.

[30]    Carta 287: a François Lallier, del 21 de junio de 1840.

[31]    Carta 286: a Henri Pessonneaux, del 20 de mayo de 1840.

[32]    Carta 291: a Henri Pessonneaux del 22 de agosto de 1840.

[33]    Carta 295: a Henri Pessonneaux, del 2 de octubre de 1840.

[34]    Carta 303: a François Lallier, del 14 de octubre de 1840.

[35]    Ibid.

[36]    Carta 307: al abate Joseph-Mathias Noirot, de noviembre de 1840.

[37]    Carta 308: al señor Soulacroix, de noviembre de 1840.

[38]    Carta 310: a Ernest Falconnet, del 4 de diciembre de 1840.

[39]    Carta 311: a François Lallier, del 6 de diciembre de 1840.

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